Paisaje vehicular
La ciudad detrás de la fila
El imparcial 30 de julio de 2014
Los que tenemos más de treinta años
podremos darnos cuenta al hacer un acto de memoria que cuando
caminamos por lo que son las calles de nuestras ciudades y luego las
comparamos con lo que solían ser, una realidad aparecerá ante
nosotros. Vivimos en ciudades ocultas detrás del acero y cristal de
lo que parece un sin número de autos.
De a poco hemos renunciado a apreciar
lugares, para pasar a la observación de objetos como la sustancia
predominante en buena parte del espacio urbano de la ciudad.
Desde luego este proceso no ha sido
inmediato, por el contrario ha sido resultado de un proceso que se ha
extendido por más de medio siglo y que vino a transformar el uso y
comprensión del espacio urbano de forma radical. Cuando las ciudades
arrancaron con el proceso de acumulación de población
aceleradamente a finales del siglo XIX. Iniciaron también lo que
sería su proceso de transformación visual más radical
El problema estriba en que las ciudades
no partían de cero en ese momento, y su estructura urbana y social
aunque en constate transformación ya contaba con fuertes
identidades. Esta dualidad entre la tradición y la modernidad es sin
duda una de las características que marcaron a las ciudades del
siglo XX y que en este tiempo sigue siendo una discusión admisible.
Pero hay otro factor que debemos poner
sobre la mesa, nuestra propia naturaleza, nuestra necesidad de
habitar en entornos organizados y saludables para mantener un
equilibrio entre nosotros y el medio. La psicología ambiental lleva
más de un siglo analizando estas relaciones y la sociología desde
hace mucho tiempo define la relación texto contexto y el impacto en
nuestro desarrollo humano. Un mejor hábitat un mejor individuo.
Pero cómo formar individuos saludables
cuándo su espacio vital no lo es, cuando el entorno que habitamos se
ha transformado más en los últimos cincuenta años que en los diez
mil que llevamos construyendo y habitando ciudades. Cuando el espacio
urbano se ha degradado en las ciudades de nuestro entorno con una
velocidad que apenas nos ha permitido reaccionar de manera parcial.
Esta combinación de factores hace que
en la actualidad, al referirnos al paisaje urbano debamos hacer una
discreción de esté en función de no sólo la escala o situación
socioeconómica del lugar, si no también de la hora del día. El
paisaje de las ciudades tiene actualmente un componente dinámico
importante que aporta la movilidad –o aveces la inmovilidad--
urbana.
Se trata de la intromisión de una
cuarta dimensión a la percepción de la ciudad que tiene que ver con
las cosas que se mueven y que terminan formando parte de la
composición que generamos en nuestra mente apropósito de los
lugares que habitamos.
Esta realidad se hace más dramática
cuando nos referimos a espacios de carácter histórico donde la
presencia de medios de transporte es aún más notable, así como el
contraste que estos generan en el lugar. Y es que la escala de las
calles de las ciudades históricas que sobreviven en México, así
como los objetos arquitectónicos que le componen no da para
inclusión de los miles de vehículos que las atascan cada día.
Porque pese a todo, los centros
históricos de las ciudades siguen siendo en la mayoría de los casos
el eje de las actividades económicas y sociales de las ciudades.
Siguen manteniendo su papel como centro comercial primigenio donde se
concentran miles de empresarios y cientos de miles de consumidores.
Por lo que llegar a estos destinos es una actividad cotidiana en el
devenir diario de estas ciudades.
Así, las proporciones de las ciudades
se ven reducidas al volumen de autos que pueden alojar en sus calles,
donde poco a poco desaparece las fachadas paramentos y decoraciones,
para dar lugar a una gran variedad de maquinas que cierran el
paisaje. En el caso de las ciudades de alta intensidad la presencia
de estos vehículos puede ser menos impactante, pero para el caso de
nuestras urbes acostumbradas a uno o dos niveles el contraste resulta
definitivo.
Es imprescindible para las ciudades en
especial las que mantienen un carácter histórico el recuperar el
valor tanto del espacio público, como verdaderamente público, así
como el de el paisaje como materia de construcción del equilibrio
social y medio ambiental.
El que los vehículos automotores sea
aquello que predomina en el paisaje sólo define a una ciudad corta
de aspiraciones. Porqué aquellas grandes urbes mundiales que hoy
dominan el espacio económico, cultural y social, los han relegado de
apoco a lo que son; una simple máquina, que poco tienen que competir
con la materia sustancial de nuestras ciudades, sus habitantes y sus
logros.
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