El regreso

La estrategia ambiental

Uno de los más grandes temores que he experimentado en lo personal a lo largo de la crisis que el COVID-19 ha generado en nuestras vidas es la recurrente idea de que lo más importante a lograr es volver a la normalidad. Sin embargo creo, este concepto es de verdad una construcción poco certera de lo que el mundo realmente necesita.

Antes del COVID-19 ya enfrentábamos una situación aun más crítica para el futuro de la humanidad que la que el propio virus implica, producto de nuestro sistema y forma de vida y que de hecho están implícitamente conectadas, el Cambio Climático. Casi todos hemos escuchado este término, pero pocos conocen en realidad la consecuencia que esta situación está generando en todos los aspectos de nuestra vida.

De entre ellos, el que nos afectará de mayor manera sin lugar a dudas a corto plazo será la seguridad alimentaria. Debido a los cambios en los ciclos de lluvia de muchas partes del planeta, millones de personas verán reducidas sus expectativas de vida debido a la pérdida de cosechas, esto dará lugar a grandes emigraciones e incrementará la demanda en la importación de alimentos en muchas regiones, México será una de ellas. 

Cuerpo de agua



Junto con estas consecuencias otras muchas se sumarán, como el incremento en el nivel de los océanos que impactará a las costas de muchos países de forma grave. México será uno de los más afectados, grandes porciones del territorio de estados cómo Yucatán, Quintana Roo o Tabasco se perderán ante el incremento del nivel del agua, junto con este fenómeno vendrá otro no menos grave, la contaminación y salinización de fuentes de agua potable a lo largo de las líneas costeras de todo el país, transtornando a millones.

Pero esto no necesariamente debe ser así, existe otra vía de retorno de la crisis derivada del COVID a la que podríamos acudir para al mismo tiempo que emergemos de esta profunda crisis construir un futuro más brillante.

La vía verde ha sido adoptada por regiones y países en muchas partes del planeta, Alemania y en otros muchos países de la Unión Europea, están centrando sus expectativas de desarrollo en la transición energética. Así cómo, en la modernización de su tecnología hacia modelos menos contaminantes, donde el consumo de bienes y servicios esté condicionado a un menor impacto global.

Para lograr esto la Unión Europea lleva décadas construyendo el marco legal que le permite reducir su dependencia energética de fuentes fósiles de energía como el gas o el petróleo, lo que acarrea consecuencias a la geopolítica mundial. Pero se sabe bien que está transición es indispensable si es que se quiere llegar a una perspectiva de futuro que cobije a las poblaciones de estos países y limite  las muchas consecuencias resultantes del Cambio Climático.

El regreso de la larga noche del COVID debería ser una oportunidad para que los jóvenes creativos de todos lados desarrollen nuevas ideas apropósito de un futuro más verde y con mejores oportunidades de desarrollo a largo plazo. Para esto urgen estímulos que les permitan poner en marcha sus ideas así como para la constitución de empresas que generen empleos a partir de la innovación orientada en este sentido.

La construcción de estas políticas debería estar en la vanguardia de los diálogos sobre el futuro de la economía global y local, sin embargo, apenas vemos interés o una mínima discusión a propósito de esto. Lo que de nuevo nos puede mandar a la cola del concierto global y dejar ir nuestra mejor oportunidad de un retorno a una realidad transformada en la vanguardia.

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