Cuentos mexicanos pa dormir rosarinas ll

Carbón Capítulo 2/4
Ir a capítulo 1/4

Juan Manuel era el único hombre de la casa, era el menor de todos, y tenía tal miedo a cruzar el patio de noche, que ir hasta al cuarto de baño en la oscuridad le hubiera resultado imposible, además tenía el sueño tan pesado que mandarlo a la escuela cada maña era toda una hazaña, contaba con apenas 12 años y pese a la agudeza de su mente, no era si no un niño, uno que tuvo que asumir el papel masculino en la familia, cuando su padre había muerto en un accidente relacionado con un caballo. O eso era lo que les habían dicho, el hecho había pasado en un pueblo a dos días distancia del de nuestra historia, en un Domingo de Ramos, que además de ser día de vigilia, se conmemoraba con sendas carreras de caballos, donde se ponía en juego mucho dinero.

Hay que decir que los accidentes con caballos en ese lugar, solían incluir pistolas, pese a todo, morir entre pistolas y caballos era, casi una causa natural, en todo caso, decir que era un accidente reducía el riesgo de venganzas, y era ante todo una explicación fácil –si así lo querían los agraviados-- de aceptar.

De Juan Manuel decían era la viva imagen de su padre, alto para su edad, la cara afilada, los rasgos marcados, y el pelo rubio, las pecas de niño le empezaban ha abandonar, y su mirada estaba llena de una desconfianza difícil de igualar, y que muchas veces intimidaba, no era miedo, ni tampoco angustia, era mas bien una especie de advertencia, pese a eso era una persona de gran confianza y pocas palabras, esos que agradan a las personas de pueblo, pocas preguntas, genera pocas respuestas, y en un lugar con tanto espacio para esconder cosas, es una buena cualidad.

Era mucho mas fácil sospechar de las hermanas, sobretodo de Eudoviges, la mayor, que le guardaba un curiosos recelo, quizás por su belleza, ella, Eudoviges, no era ni por mucho hermosa, alta, delgada, sin forma alguna en el cuerpo, y con un rostro enfurecido, había nacido primero que todos, y había constatado como cada uno de sus hermanos nacía mas agraciado que ella. Padeció cientos de comparaciones, y comentarios francos, como la gente de aquel pueblo, era fácil adivinar que se trataba de una persona que almacenaba suficiente rencor como para idear formas de increpar a Carmela. Lo había hecho antes, salándole, los frijoles, cuando ella los cocinaba, dejando caer las muchas sábanas que recién había lavado, o delatando algún encuentro furtivo, y arto inocente con algún chico del pueblo, que sobre Carmela revoloteaban como moscas en pan con cajeta.

Eso habría otra gran veta, Carmela tenía admiradores por doquier, de múltiples todas las clases sociales, oficios, edades, y quizás nunca lo supo pero hasta sexos. La lista era tan amplia como el numero de especímenes del genero masculino del pueblo, al final, ella sabía que eran pocos a los que no les hubiera arrebatado una mirada desesperada al verla pasar, pero con todo y eso, eran pocos los que se hubieran atrevido a tal intromisión, puede que un par.

El primero Vicente, el hijo del Carnicero, un chico brusco y estúpido que vivía obsesionado con ella, tantas veces le había insinuado su devoción, y tantas veces ella, con cortesía, pero firme, había plantado las distancias, mas siempre en su mirada quedaba una obscura idea que le atemorizaba, una suerte de maldad, que a su ingenua alma atormentaba. Estaba también Jacinto, que si bien no tenía tipo de fisgón de ventana, ella sabía bien que igualmente vivía hechizado, era un personaje oscuro, en todos sentidos, no sólo por que vendía carbón, y su existencia estaba marcada por el negro color del hollín, jamas se le había escuchado decir una palabra que no fuera estrictamente necesaria, ni una mirada impertinente, mas bien todas aquellas que soltaba era tan furtivas como el aire en sus pulmones, exhaustos de la dura labor del monte, tumbar árboles, desramar, reducir, quemar, apagar, cargar, descargar, vender, pagar comer, morir. La suya hubiera sido una existencia miserable de no ser por la llegada de un acontecimiento desgarrador y trascendente que le cambió la vida por completo.

Las posibilidades aturdían la mente de Carmela, cada mañana era una nueva oportunidad para intentar descubrir que estaba pasando. Aunque al mismo tiempo le angustiaba la posibilidad de lograrlo, y que aquello que encontrara no le hiciera feliz, si fuera Eudoviges como enfrentar el odio de una hermana, si Victor de que manera encararlo, con quien denunciarlo, ya antes había intentado ir mas allá, pero nunca había llegado tan lejos, sus insinuaciones verbales y físicas si bien eran molestas no le habían resultado nunca una amenaza, ¿Será que llevado por la frustración había decidido dar un paso mas allá, o que su sangre de macho local se había desbocado? En este caso si que había que preocuparse, si bien el pueblo, y su moral contenían a los agresivos, ya habían existido casos de difamación y abuso por parte de alguno de los caciques locales, pero Victor no lo era.

Entonces quién, quién rondana aquel espacio tan íntimo, que ocultaba aquellas sombras y sobretodo, que pretendían.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La arquitectura y la comunidad / Eugene Raskin

Super manzanas o Superilles

2019