Definiendo el espacio urbano actual I


¿Un mundo sin vida rural?
El Imparcial 12 de septiembre del 2012

Cuando en las décadas que siguieron a la segunda guerra mundial, el mundo iniciaba a optar por una forma de vida mas cercana a la ciudad, desprendida del campo. Pocos imaginaron que el cambio representaba el rompimiento de un modo de vida ancestral, y un camino --al parecer-- sin retorno del que casi nadie ha escapado.

Los datos son casi absolutos, a mayor o menor velocidad, cada nación, sociedad, o territorio, avanzó en camino de la vida urbana, lo que --como intentaremos explicar-- no implica necesariamente el traslado a un núcleo urbano de X o Y proporción. El verdadero cambio, lo ha significado la trasformación paulatina pero constante el modo de vida de la sociedad contemporánea, lo que se afectó indudablemente la forma del territorio en todo el orbe.

La definición de “lo urbano” ha tenido muchos rostros, de hecho los sigue teniendo. Si bien nos remite a una realidad que tiene que ver con el habitar en un contexto construido, y poblado por personas. Más allá de las disposiciones del significado que hoy día le atribuimos a las ciudades, su sentido esta –como siempre-- más relacionado con la economía y menos con la idea de un tipo de paisaje donde priven los objetos construidos.

Bajo esta realidad es que han surgido grandes discusiones sobre el sentir actual de la ciudad y sus habitantes, ¿Donde termina la ciudad e inicia el campo? Mejor aún ¿La ciudad tiene fin? La respuesta a estas preguntas depende, como es de esperarse de una serie de elementos subjetivos, y no generalizables, que se deben intentar comprender desde múltiples perspectivas, y sobre todo, desde el estudio de los elementos locales y particulares de cada territorio. 

Hablemos por ejemplo del hecho de que cada vez mas la agricultura tiende a la mono producción, es decir un sólo cultivo que normalmente abarca grandes extensiones de suelo, e implica el abandono de la producción variada de alimentos. Lo que finalmente provoca que incluso los propios agricultores terminen comprando la mayor parte de sus alimentos en el Super Mercado, o en algún centro de abasto localizado en un núcleo urbano. 

Al cual se aproxima mediante un medio de transporte locomotriz, que ocupara alguna vía construida para dicho fin. Automóviles en mayoría, y servicios públicos en minoría, arman una red urbana que puede ser tan inmensa como un país y tan pequeña como una región alrededor de un lago.

Otro elemento se une a esta definición, el creciente uso de las ya no tan “nuevas” tecnologías de la comunicación, las redes que hacen funcionar estas tecnologías se expanden sin parar sobre el total de planeta. A mayor o menor velocidad, la red de fibra óptica abraza el mundo, permitiendo que un gran porcentaje del territorio de los países cuente con cobertura de telefonía móvil, acceso a internet, y telefonía en VOIP. 

Hoy en España por ejemplo, se puede acceder a Internet mediante un dispositivo portátil, como teléfono u ordenador portátil, en el 99% del territorio. Podríamos acotar este hecho a la realidad actual, mas sin embargo no deja de ser un hecho francamente increíble, si miramos un poquito por el hombro.

En otras latitudes el logro no es tan sensacional, mas sin embargo, no deja de ser sobresaliente que en estados con una renta muy disminuida, como el Congo en África, un número importante de sus habitantes cuenten con un teléfono móvil como parte indispensable de modo de vida. En México un país de 2 millones de kilómetros cuadrados, y una infinidad de topografías, varios distribuidores del servicio se han encargado de dar cobertura a casi la totalidad del territorio, en muchos casos con capacidad 3G que permite el flujo de voz y datos sobre el mismo protocolo –en este punto Oaxaca es un gran ausente--. 

El acceso a estos medios sin duda ha revolucionado la forma de entender la superficie del planeta, y de forma obligada, de quienes lo habitan.

Al igual que el concepto de vida urbana, el de vida rural no se ha mantenido inmóvil al paso del tiempo, de forma paralela se fue aproximando en una dirección que le relacionaba cada vez mas con la ciudad. El aislamiento que le caracterizaba se fue rompiendo, con la misma velocidad que los medios de comunicación crecían, las formas de producción se alteraron y la producción para autoconsumo. La venta de excedentes, dio paso a la gran producción con destino al mercado de bienes, la producción artesanal desapareció, y un día nos despertamos para enterarnos que este, el campo, era una industria más, regida por las mismas leyes del mercado que regulan la producción de acero.

Así de apoco al final nuestro campo se parece más y más a la forma en que se comporta una ciudad... (continuará)

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