La no cultura vial IV
La reflexión necesaria
El Imparcial, 29 de agosto del 2012
Para cerrar esta serie
dedicada a causar reflexión sobre quienes usamos cotidianamente las
vialidades de la ciudad, queremos remarcar la necesidad de que sean
las propias personas las que aporten en la solución de este y otros
conflictos viales que nuestra urbe enfrenta.
Por que mientras la
población urbana aumenta de manera constante, y las dificultades que
padecemos cada día se multiplican de manera exponencial, sin hacer
excepciones. Nosotros permanecemos a distancia de estas realidades
pese a estar intensamente sumidos en las mismas. La ciudad es un
organismo vivo, y como pasa en estos, hay células buenas, y otras
no tanto; tenemos que definir de lado estamos nosotros.
Por ejemplo,
continuamente, leemos en los periódicos y escuchamos en charlas de
calle , quejas sobre el mal estado de las vialidades. No es raro,
sobran argumentos para mantener un estado de enfado constante, en
contra de las autoridades que debieran mantener en buenas condiciones
el sistema vía de la urbe.
Sin embargo, este no puede
ser el único argumento que esbocemos. Lo cierto es que rara vez se
hace una auto reflexión sobre nuestro grado de implicación, con el
hecho de que las calles estén en esta situación. Alguna vez se han
preguntado si ¿el uso que hacen su automóvil es estrictamente
necesario?
La verdad es que una gran
mayoría de los viajes que se hacen en esta y muchas ciudades cada
día, son inecesarios, implican un ocupante por vehículo o podrían
ser sustituidos por medios de transporte público, la bicicleta y
hasta caminar. Pero el auto se ha convertido gracias una cultura
pro-vehicular muy establecida, en la primera y no la última opción
a la hora de movernos en las ciudades.
El porque, lo encontramos
en la intensa campaña de medios que la industria automotriz
promueve, el interés en el consumo de hidrocarburos. Pero sobre
todo, en una falta de conciencia de los habitantes de la ciudad ante
este modelo de sociedad.
El uso de cualquier
vehículo implica el uso directo de las infraestructuras y espacios
públicos de la ciudad. En ese rubro el auto es dueño de la mayor
parte de estos espacios, y pese a que los propietarios de vehículos
de motor son una minoría, son ellos quienes se apropian de la mayor
parte de la ciudad. Es decir el 15% de los habitantes de la urbe,
hacen uso intensivo del 85% del espacio comunal con que cuenta las
ciudades-; las calles.
Esta información debería
hacernos reflexionar a la hora de mortificarnos por el mal estado de
calles y avenidas y al momento de señalar culpables de esta
situación.
Si el número de viajes se
incrementa al ritmo que lo ha hecho hasta ahora y si la sociedad
sigue usando el su auto hasta para ir a la tiendita de la esquina. No
habrá presupuesto, ciudad, o ancho de calle capaz de absorber el
nivel de esta expansión.
Y si nos atrevemos a hacer
una aseveración tan tajante, es porque tenemos el respaldo de
experiencias parecidas en países y ciudades que entraron en el
proceso de motorización décadas antes que nosotros.
Una constante se repite en
cada caso de estos, es que antes que después, las sociedades que se
adelantaron en este proceso se dieron cuenta que la expansión
geométrica del vehículo individual era simplemente insostenibles.
Así que, regresaron sus pasos y rearmaron sistema de transporte
público eficaces, desempolvaron la bicicleta y recordaron lo sano
que es caminar.
Imaginen, si en vez de
gastar cientos de millones en pavimentar las calles cada año. Los
dedicamos a otros rubros de la propia ciudad. Como mejorar el
transporte público, la red de agua potable, --que literalmente gotea
dinero--, o mejorar el equipamiento en colonias, agencias y
fraccionamientos. El rostro de la ciudad sería otro por completo.
Lo lindo de esta
situación, es que en mucho está en nuestras manos. Antes de iniciar
un viaje, sería importante pensar de manera colectiva, y darnos
cuenta que el existen más formas de moverse que el auto particular.
Que si optamos por el transporte público haremos un favor a la
sociedad, que nos incluye a nosotros mismos.
Recordar que un paseo por
la ciudad es una forma de conectar con sus habitantes y mantener el
cuerpo saludable. Al tiempo que podemos meditar cual es nuestro papel
en esta enorme mancha urbana donde se inserta el mas pequeño e
importante elemento de todo el conjunto urbano; nuestra casa.
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