Las reglas del juego en movilidad urbana
Una sociedad
participativa
El imparcial 09 de julio de 2014
Las ciudades
del mundo son en la actualidad extremadamente dinámicas, de media más de la
mitad de quienes habitamos en urbes, realizamos al menos un viaje al día en
alguna dirección, aunque lo normal es hacer más de uno.
Ya sea en
medios privados o públicos, nuestra población se encuentra en un constante
movimiento que va saturando las opciones de movilidad en la ciudad. Este
colapso del sistema es casi inevitable, el numero de vehículos en las ciudades
se multiplica, pero las vialidades apenas se pueden desdoblar dentro de las
metrópolis.
La pregunta
que nos hacemos constantemente ante esta situación es simple, como generar
alternativas y soluciones ante la saturación de la red de movilidad de las
ciudades.
Pese a que
existen múltiples alternativas y respuestas a esta pregunta la soluciones no
son para nada sencillas. Implican medidas no siempre populares que tenemos que
asumir el marco de una conciencia colectiva. La apuesta por la creación de
redes de transporte público eficientes y accesibles, son sólo una parte de la
solución del problema.
Lo mismo
sucede con las estrategias que involucran a la movilidad no motorizada, pese a
su demostrada eficiencia en el mejor de los casos conocidos a nivel mundial,
representan cerca del 9% del total de viajes cotidianos.
Y es que el
verdadero cambio y reto en materia de movilidad sin embargo, tiene poco que ver
con la movilidad en si y mucho con la creación de una auténtica cultura
alrededor de como moverse en las ciudades. Es decir, es mucho más importante
generar un estado de conciencia colectiva sobre nuestra responsabilidad al
desplazarnos sobre las urbes, que el viaje o viajes que realizamos en un día
cualquiera.
Para que esto
suceda resulta urgente el asumir una especie de pacto social entre quienes en
la ciudad habitamos para respetar las normativas y leyes escritas y no escritas
que permiten la convivencia de las personas por las calles. Porqué pese a lo
que se pudiera suponer esta es sin duda la medida más eficiente a la hora de
enfrentar la crisis que vivimos en materia de movilidad.
Mas allá de la
edificación de grandes o pequeñas infraestructuras, la ciudades se hacen más
amables cuando su población se concientiza sobre cómo su actuar afecta a sus vecinos y como es que una sociedad más
civilizada en esta materia beneficia a todos lo que habitan en las urbes.
Si respetamos
el derecho de todos a transitar por la ciudad, evitando malas practicas al
volante como la doble fila o el arrojar los autos a los peatones en los cruces,
notaríamos una mejora inmediata en los patrones de movilidad de ambos
colectivos. Si hacemos caso al reglamento de transito en materia de seguridad
se reducirá el numero de accidentes y el peligro que estos implican para los
viajeros.
Hacer uso de
los vehículos de motor en casos realmente necesarios y no para cualquier evento
ayudaría a disminuir el transito en la ciudad, pero también a nuestra salud al
motivar en caminar como forma de movilidad, atacando la crisis de salud que
padecemos derivada del sedentarismo de nuestra sociedad.
Todas estas y
otras muchas medidas que básicamente están destinadas a facilitar la tolerancia
y la seguridad en nuestras calles son acciones que no requieren de grandes
inversiones si no de accione individuales que terminan beneficiándonos a todos.
Sin embargo implementarlas puede ser sin duda el motor de una transformación
más profunda que cualquier alternativa pueda suponer.
La conciencia
colectiva en las urbes de nuestro tiempo es mucho más necesaria de lo que
podemos suponer. Ante un sistema de finanzas públicas altamente comprometido,
donde la inversión pública se reduce en favor del gasto corriente, el que las
personas se involucren desde sus hábitos en la mejora de su espacio inmediato
ya no es un opción, hoy día es una necesidad más que urgente.
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