Parquímetros


Buscando el equilibrio
El Imparcial 18 de julio del 2012


Un día cualquiera, una calle cualquiera, Oaxaca


En fechas no distantes se hizo pública una iniciativa municipal que retomó uno de los temas más difíciles de tratar dentro de la problemática vehicular en la ciudad. La instalación o no de dispositivos de cobro para el derecho de estacionamiento en vía pública, es decir los parquímetros.


En esta misma columna hemos mencionado lo alarmante que resulta, el incremento constante de vehículos privados en esta y otras muchas ciudades. Así como, la imposición de este medio como única alternativa a la movilidad, sobretodo a nivel regional. 


Políticas de estímulo al uso del automóvil han acarreado que nuestras ciudades estén al borde de la inoperabilidad. Subsidios a la gasolina, retiro de impuestos –como la tenencia en algunos estados-- bajas tasas de financiamiento y hasta dinero público subsidiando el quebranto de las armadoras, como sucedió en España hace apenas unos años. Han llevado a la ciudad y sus administraciones a situaciones desesperadas, que igualmente se han saldado con medidas igual de urgidas.


El caso arquetípico lo encontramos en ciudades como Londres o Estocolmo, donde ante la necesidad de contener la llegada en masa de vehículos de motor con pocos ocupantes, se ha establecido un “impuesto a la congestión vehicular” que opera en las amplias zonas centrales de estas y otras urbes. 


Se trata de sofisticados sistemas informáticos que registran la entrada y salida de vehículos de las partes restringidas de la ciudad, para luego hacer llegar una factura de pago al propietario del vehículo. Como resultado, en el caso de Londres, la incursión de esta política significó una reducción del 30% del número de viajes que en esa y desde esa parte de la metrópoli acontecían. Sobra decir el alivio que significó para esta ciudad la desaparición de tan importante número de coches.


Lo que sucedió, fue que la gente optó por otros medios de transporte, en su mayoría públicos, empezó a compartir su auto, dio lugar al paso de la bicicleta como medio de transporte --hoy en día en pleno desarrollo--, o evitó el paso por el centro. Es decir, las actividades no se detuvieron en Londres y la City –como llaman localmente a este sector-- sigue siendo el fulgurante corazón de la economía local y parte de la mundial.


Todo lo contrario, tenemos pruebas de que lo que realmente empobrece y afecta el funcionamiento de las ciudades y sus habitantes, son los gastos que derivan de la operación y congestión de automóviles. Cada vez estamos mas cierto que el uso actual que damos al coche daña terriblemente al colectivo y el lugar esencial que este habita, es decir la ciudad.


Por estas evidencias es que sabemos que las medidas coercitivas destinadas a regular el número y forma de uso de vehículos automotores deben contar con amplio apoyo de la mayoría. 


Un auto compacto estacionado ocupa el espacio que dejarían 12 personas o seis bicicletas, con la diferencia que estas ni producen contaminantes, ni generan ruido y apenas desgastan calles y otras vías. De forma tal que resulta justo y equitativo el esperar que quién opte por usar un auto, retribuya ala ciudad y a los otros que no lo usan, de alguna manera. Como sucede ya, en el caso de aquellos que acuden a un estacionamiento privado para solucionar su necesidad de guardado.


Sin embargo, esto debe ser una medida única y no debe ser implementada sin un profundo análisis. Se deberá debatir entre sectores de la población para que su introducción signifique la mejora en calidad de vida que se debería esperar. Surge la pregunta de en que deberían ser usados los recursos obtenidos mediante estos gravámenes callejeros a quienes pretendan estacionar un auto en el centro de la ciudad.


Aquí sugerimos que como lo han hecho en otras ciudades, estos recursos deberían ir a parar a la mejora sustancial de las formas de movilidad pública de la ciudad. De forma tal que este impuesto sirva para compensar a los usuarios que dejen su auto en casa o que opten por otra forma de movilidad más sustentable. 


Paradas de autobús, sombras, estacionamientos para bicis, escaleras eléctricas públicas, sistema de bicicleta colectivos, señalización, entre otras tantas cosas, pueden ser financiadas desde el cobro del derecho al estacionado. Por que al final de lo que se trata es de generar un espacio urbano de mejor calidad, no de enriquecer las arcas municipales. Por eso debemos decir si al cobro por el estacionado en la vía pública, pero con reglas del juego claras, donde todos salgamos ganando y por lo tanto aceptemos este cambio.

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