De aeropuertos, valles y lagos
El imparcial 22 de Octubre de 2014
J M Velasco Valle de México 1877 MUNAL |
Hace un par de meses se anunció en la Ciudad
de México, por parte del Gobierno Federal, la puesta en marcha de una
iniciativa que dará lugar a la construcción de un nuevo aeropuerto en la Ciudad
de México. Esta idea está acompañada de otra serie de acciones, que pretenden
generar conectividad entre la nueva infraestructura y el resto de la ciudad.
Las infraestructuras son algo necesario y
urgente en la vida de las ciudades, de eso no debe quedar ninguna duda. Son las
arterias y órganos que permiten que la ciudad sobreviva y se mantenga operando
en beneficio de quienes la habitamos. En
México somos más de 80 millones de personas, de los cuales cerca de 22 millones
se encuentran en la Zona Metropolitana del Valle de México.
Y es por esta misma razón, que debemos ser
cuidadosos a la hora de planificar estas necesidades y convertirlas en
proyectos viables, y sobre todo sostenibles en cada aspecto. Es decir, las
infraestructuras deben ayudarnos a construir un mejor futuro, no comprometerlo.
Sin embargo, en tiempos recientes, el
enfoque con que se ha planteado la creación de nuevas infraestructuras dentro
de las ciudades, no cumple necesariamente con esta visión de las cosas, que
debería ser prioritaria. Los proyectos de infraestructuras, cada vez miran como
prioritaria la rentabilidad y la urgencia, incluso más que el propio servicio
que éstas prestan.
Un caso reciente, el de la línea 12 del
metro de la Ciudad de México, es un ejemplo, que se debe tener muy en cuenta
como paradigma, de cómo no se deberían abordar estos proyectos. El cierre
parcial de la línea, a poco más de un año de haber sido inaugurada, fue
resultado de una cadena de eventos, donde se daba prioridad a todo, excepto a
la parte central de la discusión: que la línea fuera eficiente, segura y con
capacidad de ofrecer un alto nivel de servicio.
Los problemas iniciaron desde la concepción
misma del proyecto. El modelo de gestión por el que optó el Gobierno de la Ciudad,
llegó a ser tan mal pensado, que lanzaron un concurso sin tener un proyecto.
Cobijados en argumentos legales y sin mucha consideración por las partes
técnicas, la línea 12 del metro tuvo primero recursos y constructor, y luego un
proyecto base; es decir, al revés de lo que nos debería marcar la lógica esencial.
Para el caso del aeropuerto nuevo de la
Ciudad de México, se ha venido construyendo un proceso, que por lo menos,
debería ponernos nerviosos y preocuparnos un poco.
El propio emplazamiento del aeropuerto en
lo que queda del lago de Texcoco, es ya una cuestión debatible por muchas
razones, que van desde las meramente técnicas, respecto al tipo de suelo y la existencia
de cuerpos de agua, hasta las más radicales en materia ecológica. Entre éstas
últimas, destacan el impacto que tendrá esta nueva obra en el ecosistema
lacustre, que aún persiste en esta parte del Valle de México, y que es lo poco
que queda del sistema de lagos original del valle.
Otras cosas a considerar, son la serie de
proyectos paralelos que acompañaran la creación del aeropuerto. Se habla de la
construcción de más autopistas urbanas elevadas y la extensión de líneas del
metro. Cada una de estas acciones, acarreará una gran presión a la ciudad y a su
territorio de distintas maneras.
Por un lado, está el hecho, que las
infraestructuras se centran esencialmente en la movilidad, pero sobre todo, en
la movilidad motorizada. Sean aviones o vehículos con ruedas, el gasto, que
podría llegar a los 300 mil millones de pesos, se destina en su mayoría a este
rubro. Se están dejando de lado otros aspectos igualmente prioritarios y
necesarios, como la movilidad no motorizada, o dotar de una mayor participación
a las alternativas ligeras de movilidad en transporte público, como el Metrobús.
Las ciudades requieren de un estado de
balance para mantener su salud y la de sus pobladores; no deberíamos dejar que
el brillo de obras de gran escala, nublen el sentido común y la razón, y sobre todo
comprometan el futuro.
La ciudad necesita infraestructuras, pero éstas
deben ser en consideración de las particularidades del medio ambiente y social
que las aloja. Abrir la cartera del gasto público y arrancar megaproyectos sin
mucha reflexión, puede resultar muy caro. Si tienen dudas, miren a España y su
crisis interminable.
Comentarios