La ciudad es economía II


Rotterdam y Nueva York
El Imparcial 30 de mayo del 2012

La vez anterior centramos la discusión a la que pretende dar lugar esta ciudad a propósito de la terminal de segunda clase que se ubica en las inmediaciones de la central de abastos. En esta ocasión continuaremos con esta misma idea pero intentaremos describir mejor el por que de la importancia de este lugar y otros de su tipo para la ciudad, desde una perspectiva económica.

La revolución industrial de finales del siglo XVIII trajo consigo el inicio de una transformación total de la sociedad occidental, permitiéndole tomar la hegemonía del mundo y acercando productos a las poblaciones de todo el orbe. Este hecho marco también el surgimiento de una nueva clase, que de a poco consolidó su poder hasta ser hoy día la base sobre la cual se organiza la estructura social y económica del planeta.

El surgimiento de la clase burguesa, sólo fue posible cuando las distancias pasaron a ser relativas y las fronteras borrosas. Para que esto sucediera un cambio fue trascendental, la llegada de la propulsión primero por compresión de vapor y luego por combustión interna, dio al hombre los vehículos necesarios para poder trasladar sus productos hasta cualquier lugar. Así, poco a poco la clase aristócrata de terratenientes entró en declive y fue casi remplazada por una élite comercial que ha arribado triunfante a nuestra época.

Si nos detenemos a hacer esta breve semblanza es por el hecho de que intentamos demostrar como desde el principio de la historia moderna de la humanidad, la movilidad y los medios que la facilitan han sido determinantes para impulsar y regular la economía de una sociedad o lugar.

Siempre han existido en las ciudades una competencia por ofrecer las mejores condiciones logísticas, para de esta manera ser beneficiaria directa de los resultados del intercambio de mercancías. Miremos por ejemplo el caso de la ciudad de Rotterdam en Holanda. Esta pequeña ciudad –su población es de aproximadamente 600 mil habitantes, muy parecida a la nuestra-- ubicada en uno de los países más pequeños de Europa, es desde hace ya cuando menos tres siglos una de la urbes más ricas del planeta, el secreto, cuenta con uno de los puertos más importantes y mejor equipados de todo el globo, el primero en Europa. Por sus grúas cada año se mueven 420 millones de toneladas de mercancías –sí no lo duden, ese es el dato del 2008--, conviertan eso en dinero.

Rotterdam es una ciudad sin comparación en cuanto otro aspecto. Más menos la mitad de su población proviene de un país que no es Holanda. El por qué, se encuentra en el dinamismo de su economía, de todas partes del planeta mano de obra cualificada se dirige a esta ciudad en busca de futuro, lo que le ha dado uno de los activos más valiosos para una ciudad, personas con alta calificación para el trabajo, material humano.

Salvando toda distancia, es importante hacer una breve reflexión sobre la importancia de mejorar los centros logísticos con los que cuenta Oaxaca, nuestra ciudad y el estado entero. Si queremos superar la brecha del subdesarrollo --que se agrava cuando vemos que formamos parte de un país ya de por si subdesarrollado-- tenemos que iniciar a reflexionar sobre el valor que otorgamos a nuestras ciudades y sus componentes.

El sistema económico que hoy nos gobierna se establece en ciudades, mismas que se han vuelto tan o más importante que los estados mismos. El banco de la reserva del estado de Nueva York, es tan o más relevante como el de muchos de los países mas ricos del orbe. Esto se debe a que esta ciudad y las pocas manzanas que forman el Manhattan son el corazón económico del mundo. El por qué ha sido de esta manera obedece a principios similares a los de Rotterdam, se trata de una ciudad que ha sabido convertirse en el eje de la conectividad planetaria, a sus costas llegan la mayor parte de los tendidos de fibra óptica submarinos y por sus servidores transita la economía del mundo.

De nuevo, las ciudades bien equipadas y ocupadas por resolver su conectividad de manera física o informática son las que emergen triunfantes en el escenario contemporáneo. Rotterdam y Nueva York son dos hojas del mismo árbol con un tamaño diferente pero con un concepto compartido. Para poder seguir sus pasos es necesario repensar cuales son nuestras debilidades y superar nuestros déficit.

Entender que requerimos construir grandes infraestructuras, pero que sean aquellas que realmente detonen de manera clara una economía que requiere de rieles donde fluir de manera continua. Si logramos recuperar las infraestructuras con que contamos –trenes y terminales apagadas o abandonadas-- y generamos sistemas de conectividad avanzados –banda ancha, fibra óptica--, podríamos empezar a suspirar con un futuro más rotterdamciano, donde la escala no importe.

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