La ciudad es economía IV


La apuesta cultural
El imparcial 13 de junio del 2012


La ciudades son mucha cosas a la vez, su diversidad va desde espacios destinados a sólo acumular personas como las ciudades periféricas dormitorio que se reproducen por nuestro territorio, hasta a intensas zonas de intercambio de economía e ideas. Pero existe una faceta de las ciudades que en todas prevalece aunque no ha sido aprovechada de igual manera, y en muchas ocasiones ha sido poco valorada e incentivada. Nos referimos a presencia y manifestación de expresiones culturales dentro de la ciudad.


Hoy día cuando valoramos el desarrollo y capacidad de influencia de las ciudades del orbe debemos poner atención a el fenómeno que implica la existencia o no de una propuesta cultural, que puede ser tan relevante como para convertirse en el motor de toda una economía. El fenómeno ha sido tan amplio y se encuentra en un proceso tan cotidiano, que los organismos que clasifican los modelos de ciudad contemporánea ya etiquetan algunas urbes como “polos culturales” de la misma manera que en el pasado se designaba el carácter de las ciudades como industriales portuarias, pesqueras etc.


Esta etiqueta ha permitido que todo un grupo de ciudades que habían sido mas o menos excluidas de concierto global del siglo XX, entren de manera contundente a la realidad y la economía del XXI. En Europa entre más se deslocaliza la industria para establecerse en países de perfil manufacturero como es el caso de China las ciudades recurren a nuevas estrategias para mantener el perfil central que les había caracterizado aveces por siglos.


Así hoy en día una ciudad como Barcelona, antes conocida por su importante industria textil y su estratégico puerto, es hoy día una urbe que el mundo entero reconoce como un centro cultural de referencia en el continente europeo. Para alcanzar esta distinción esta ciudad tuvo que reorganizar sus prioridades y sustituir infraestructura industriales por otras que facilitaran un mejor flujo de personas e ideas. De igual manera reformo instituciones educativas y abrió la puerta a proyectos culturales de toda índole que llenaron la ciudad de focos culturales donde cientos de miles de personas acuden de todas partes del mundo a formarse, intercambiar ideas, o simplemente expresarse.


Esta política permitió a su vez que la ciudad se hiciera del capital creativo que requería para mantener la vitalidad de su economía –de nuevo la importancia de atraer gente con grandes ideas que haga la diferencia--. Así, una combinación de una estrategias de planeación adecuada y la introducción de factores sociales, culturales y económicos han dado a esta ciudad una nueva perspectiva con la que enfrenta los retos de la sociedad del siglo XXI y que le han convertido en la segunda ciudad más visitada de Europa, y la primera en importancia que nos así mismo la capital de algún país.


Este mismo modelo ha sido adoptado por otras ciudades en distintos puntos del planeta, en Europa, Budapest, Berlin, Bilbao y otras muchas más, han echo de este discurso su razón fundamental de ser. Mientras que San Francisco, Portland, o Nueva Orleans, imprimen este sello en su perfil contemporáneo en el lado Norte del continente Americano.


En México, pese a una falta de estrategia a largo plazo –ni si quiera existe una secretaría federal dedicada al tema cultural-- y a una limitada generación de infraestructuras y servicios para la cultura por parte de los gobiernos a todos niveles. Algunas ciudades han logrado trascender, más por iniciativas puntuales y temporales  en el ámbito de la cultura.


Si eliminamos a las grandes capitales nacionales, --Ciudad de México, Guadalajara, Monterey-- unas pocas de nuestras urbes, como es el caso de Guanajuato, Morelia, Oaxaca y alguna extra, han logrado convertirse en centro de referencia cultural. Sin embargo, estas mismas ciudades tampoco cuentan con una base sólida a nivel de infraestructuras y servicios que les permita consolidar las actividades culturales como eje de una posible transformación.


Y es que las ciudad que apuesta por la cultura debe transmitir en su discurso cotidiano una serie de valores que las urbes y sus administraciones son renuentes a promover. La conservación del medio ambiente, la mejora del paisaje urbano, el bajo uso de vehículos a motor, la accesibilidad, la planeación a largo plazo, son elementos que deben ser palpables en la ciudad-cultura. Sólo así podremos generar el ambiente de ciudad del mañana que queremos crear y sólo así arribará a nuestra ciudad el tipo de mentes creativas que buscamos. Mientras la cultura en la ciudad se reduzca a eventos que duran dos días ,permaneceremos bajo una visión folclórica y puntual del tema, que difícilmente trascenderá en el destino de nuestra ciudad.

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