Definiendo el espacio urbano actual III


Del campo a la ciudad y de vuelta
El Imparcial 26 de septiembre del 2012

Pese a las transformaciones espaciales y del territorio, que hemos descrito en las pasadas entregas de esta serie, no deberíamos mantener una imagen tan pesimista de la actual situación.

Lo cierto es que estamos al medio de un proceso de transformación social que de una u otra manera a terminado por impactar el espacio físico. Pero estas transformaciones han sido recurrentes a todo lo largo de la historia de la ciudad y sus habitantes. Sólo que nunca habían sido producidos a la velocidad con que hoy es posible detectarlos.

De forma tal, que continuamente nos centramos en las partes negativas de estos procesos. Sin detenernos a mirar la forma la otra parte del problema. 

Si bien es cierto que la relación entre la ciudad y el campo se ha deteriorado en los últimos tiempos. También es cierto que la ciudad si la entendemos como un ente autónomo, no es la responsable directa de esta situación. 

Pongamos un ejemplo muy interesante, cuando se analiza la historia de la forma urbana de nuestra ciudad, Oaxaca de Juárez y su área metropolitana. Descubrimos cosas inesperadas, que suavizan el discurso en contra de la urbanización, o de algunos modelos de esta. 

En concreto podemos apreciar como al inicio del proceso de expansión de la mancha urbana, e incluso en los momentos más agudos de este fenómeo. El espacio agrícola productivo fue altamente respetado. No es si no hasta la crisis agrícola que acarrea la apertura de los mercados de granos, que acompañó al tratado de libre comercio, primero con Estados Unidos y luego con otros estados productores de alimentos de forma industrializada, como Argentina o Brasil, que esta tendencia se romperá.

Es decir, la mayor responsabilidad del abatimiento del suelo agrícola en la mancha urbana de la ciudad, no fue la propia ciudad. Si no la economía de libre mercado, que quitó valor de uso al suelo, limitando su riqueza al valor de cambio. Lo que sólo entonces implicó la urbanización del suelo agrícola.

Otros fenómenos acompañaron este proceso, como los cambios constitucionales que afectaron las leyes del ejido, o la reforma a las atribuciones de los ayuntamientos en materia de manejo del territorio. Pero sin embargo, estos cambios son también resultado de la presión ejercida desde la economía del mercado, hacia los estados con la convicción de que estos se abrieran aún más al libre mercado mercado.

Aunque  el mercado liberalizado tampoco tienen la capacidad de controlar cada aspecto de la vida de las personas, las ciudades y el campo. Otros fenómenos e instrumentos van apareciendo en las urbes que hacen que quienes estudiemos la ciudad, reflexionemos seriamente sobre el estado y destino de los asentamientos humanos en la actualidad.

Existe por ejemplo en las formas en que la población más necesitada se hace de un lugar para vivir dentro del entramado urbano expresiones de comprensión del estado actual de las cosas aveces sorprendentes. 

Es grato descubrir que pese a lo que se pudiera suponer la ciudad que se va construyendo de manera espontanea en todas direcciones, es una ciudad densa –con un alto número de personas por m2--. Quizás no tanto como nos gustaría. Pero si bastante más que aquellas nuevas urbanizaciones que han invadido el territorio de los Valles centrales, regalándonos adefesios urbanos como la tragedia de Ciudad Yagul.

También resulta altamente interesante, darnos cuenta como en muchas de las primeras entapas de la ciudad espontanea, se puede identificar unidades de vivienda casi autónomas donde quién allí habita, vive desconectado, de las redes de infraestructura del estado o empresas particulares. Si bien es verdad que con la idea de algún día poder conectarse, lo cierto es que existe un potencial a descubrir en esta tendencia.

De igual manera, la aparición de pequeñas parcelas productivas, o la introducción de huertos en el interior de las parcelas urbanizadas. Dan muestra de un intento de alejamiento del mercado de productos alimenticios, y un intento en la búsqueda de la independencia alimentaria, que desmontó el libre mercado.

En resumen, esta línea delgada que hoy día separa el acampo y la ciudad, debería ser reinterpretada, estudiada y valorada. Para que en un futuro no muy lejano podamos adaptar un modelo local de ciudad, basado en la realidad cotidiana de nuestra población, consciente del medio ambiente, donde el gris y el verde se fundan en una simbiosis que defina ambos espacios.

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