La cale II
Desde lo técnico
El Imparcial 15 de mayo del 2013
Cuando escuchamos el dicho “tos los
caminos llevan a roma” mas allá de aceptar el echo de que
irremediablemente habitamos en un mundo donde todo se conecta ya
punta a una misma dirección. Deberíamos ver lo que hay por debajo
de esta frase que a trascendido en el tiempo, desde una época donde
de verdad en el continente europeo por casi mil años todos los
caminos llevaron a roma.
Hay un aspecto poco conocido de estos
elementos, que paradójicamente resulta de vital relevancia para
entender el éxito de este sistema, la parte técnica. Los caminos
romanos eran resultado de una ingeniería probada en el terreno y
avalada por un grupo de especialistas en su construcción que
revolucionaron de igual manera la forma de hacer caminos como hacer
la guerra.
Pensado para la marcha de una o dos
columnas de soldados alineados perfectamente y construidos mediante
un sistema que garantizaba su prevalecía en el tiempo y un alto
nivel de servicio. Los caminos romanos resumen la importancia de
tener vías de comunicación no sólo bien planificadas si no también
bien montadas.
Este símil histórico nos sirve para
hacer notar la importancia de un adecuado diseño y sistema
constructivo en las vías de comunicación, y muy en particular en
las calles de nuestras ciudades.
Hoy día de todos los factores posibles
que pueden definir la solución técnica de las calles es que y no
quién circulará sobre ellas. Si las calzadas romanas estaban
pensadas para marcha del ejercito, y mantenían anchos relativamente
estrechos de máximo 12 metros, en la actualidad la realidad es
completamente distinta.
Las calles se han convertido en lugares
donde la escala humana ha perdido su presencia en apenas medio siglo,
en su lugar los vehículos de motor han emergido como los auténticos
propietarios de casi cada calle de la ciudad. Por lo tanto, el debate
sobre como debe ser construida una calle se ha centrado en que
recubrimiento es más apto para que los diversos vehículos de motor
rueden, no para que las personas caminen.
Así casi cada asentamiento humano de
nuestro país se a convertido en un sistema de calles recubiertas de
concreto o asfalto, que si bien pueden favorecer la circulación de
vehículos que ruedan, ha generado otras problemáticas. Entre ella,s
el echo de que nuestras urbes se han convertido en inmensos tapones
que apenas permiten la infiltración de agua al subsuelo, la
temperatura de la ciudad se ha elevado varios grados y lo verde ha
sido casi exiliado de sus límites.
Cuando el automóvil apareció en la
urbe resultó evidente que las calles de muchas ciudades nunca fueron
pensadas para el tipo de vehículos que hoy las circulan. Por este
motivo la ciudad colonial por ejemplo perdió sus empedrados y sus
losas de cantera quedaron sepultadas bajo distintas capas de concreto
y asfalto. Con esto desapareció parte de su carácter tradicional en
favor de una mejor superficie de rodamiento para automóviles.
Pero quizás esta no es la peor parte
del fenómeno, al final los autos son un componente de nuestra
sociedad y modo de vida y puede incluso resultar necesario hace
adaptaciones para que este funcione mejor dentro de nuestras
ciudades. La verdadera contradicción aparece cuando una vez que la
ciudades optan por calles vehiculares, en una especie de resistencia
histórica, intenta simular un perfil tradicional.
Así han ido apareciendo poco a poco
calles con estampados que pretenden ser empedrados pese a estar
fabricados de concreto, banquetas revestidas de cantera –pese a las
prohibiciones de distintos reglamentos-- o farolillos que intentan
pertenecer a otro momento en la historia. Así es que
contradictoriamente una negación del pasado de la calle termina por
convertirse en un intento –malo casi siempre-- por recuperarlo
Lo cierto es que finalmente hemos
construido calles con sistemas constructivos poco amables con el
medio ambiente, poco compatibles con medios de movilidad no
motorizados, que dificultan el paso de peatones o que se deterioran
rápidamente.
Las calles son elementos fundamentales
y funcionales de la ciudad, por eso es que su fabricación desde lo
técnico debiera ser una experiencia integral.
El adecuado diseño del sistema
constructivo de una cale hace que auto circule bien, que las
bicicletas tengan lugar y que los peatones y personas con problemas
de movilidad se muevan libremente. Esto es algo que continuamente se
olvida, debemos de parar la inercia de colocar cualquier cosa sobre
nuestras calle sólo por costumbre y empezar a preguntarnos que es lo
mejor que tenemos para que todo mundo se mueva libremente.
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