La calle IV
La parte ecológica
El Imparcial 29 de mayo del 2013
Si consideramos el espacio público con
que cuenta una urbe, la que sea, y se toma en cuenta que casi tres
cuartas partes del total de este espacio corresponde a sus calles.
Quizás sea tiempo de hacer una reflexión sobre el papel que juegan
estos lugares dentro del sentido ambiental de la ciudad, ese factor
del que se habla mucho, pero del que sin embargo se conoce y se hace
poco.
Las ciudades en nuestro país albergan
hoy día a casi el 80% de los mexicanos, esta realidad de hecho
continua en proceso de crecimiento que marca hasta el día de hoy una
tendencia que no tenemos claro cuando se detendrá.
Dicho fenómeno ha traído diversas
consecuencia, que van desde el abandono de muchos asentamientos
menores y una consecuente baja en la densidad de población de
grandes extensiones de territorio. Hasta la transformación de la
vida en el campo que cada vez se constituye como un espejo de la vida
urbana con la que alguna vez estuvo en oposición.
Y en este proceso de urbanización casi
voraz es donde no se ha podido dar un salto seguro en dirección de
un equilibrio entre ciudad y medio ambiente. Ninguna ciudad en
nuestro país cumple con las recomendaciones oficiales respecto a la
media de espacio verde que requiere una persona para lograr un
desarrollo justo y equilibrado.
Las naciones unidas y la Organización
Mundial de la Salud recomiendan que al menos una reserva de área
verde de 9 m2 por habitante, aunque la verdadera meta asciende al
doble 16 m2 por persona. Prácticamente ninguna ciudad del nuestro
entorno se adapta a esta realidad, y es que quizás hemos puesto no
sólo demasiado concreto al espacio vital que poblamos, si no que no
hemos encontrado la estrategia que nos conduzca a generar espacios
más verdes en cualquier lado donde haya oportunidad.
Ante el intempestuoso crecimiento de la
mancha urbana allí donde se extiende, y bajo los mecanismos que han
regido ese crecimiento en la mayor parte del territorio urbano, que
poco tiene que ver con la planeación y la regulación. La verdadera
lógica que ha guiado la ocupación del suelo y el crecimiento de las
ciudades, tiene que ver más bien con la comercialización del
territorio bajo cualquier esquema hasta el último m2.
Bajo este esquema suponer que se
generaría una reserva de espacio dedicada al esparcimiento, la
relajación o simple contemplación de la naturaleza, parece más una
ilusión que un hecho alcanzable.
Pero frente a esta realidad que nos
queda. ¿Abrir la ciudad de tajo para intentar introducir alguna zona
verde entre el tejido urbano ya consolidado? Puede ser pero...
¿Quizás debamos plantearnos el conceder otro uso a lo que como
hemos mencionado al inicio de este artículo, representa la mayor
parte del espacio colectivo de cualquier ciudad en casi cualquier
lugar; la calle.
Supongamos por momento que este
elemento con el que estamos tan familiarizados cada día, la calle
que da salida a nuestra puerta se transformara en si misma en una
parte contante de la reserva de espacio verde con que la ciudad
cuenta.
Bajo un adecuado diseño del espacio
urbano esta condición puede transformare en una realidad, de hecho
así lo es en muchas de las ciudades más equilibrada y desarrolladas
del planeta.
En esos lugares la calle no es
totalmente posesión de los vehículos de motor, y sus habitantes
conviven diariamente con concepto que hace de la calle el espacio
para jugar y convivir que siempre ha sido y que nunca debió de dejar
de ser en nuestro entorno. La perdida de esa capacidad ha costado un
enorme precio en lo ambiental, pero quizás sea en lo social en donde
más hemos pagado.
Si cada calle de nuestra ciudad pudiera
alojar una fila de árboles de distintas especie, así como otras
especies vegetales. Si nuestras calle y banquetas permitieran la
absorción de agua para luego trasladarla al manto friático y
facilitar la recarga de acuíferos, si detrás de esto arribaran de
nuevo especies de insectos y animales a poblar estos espacios junto
con nosotros, nuestra ciudad sería distinta.
La calle como hemos intentado explicar
en esta serie puede ser el invento más natural y genial de la
sociedad. Es una plataforma única donde se gestan y se generan
cambios en la humanidad, por que no reconsiderarla, dejarla respirar
y darle oportunidad de ser ese pulmón que tanto nos hace falta.
Comentarios