Anarquismo y ciudad II
El imparcial 27 de noviembre de 2014
Las urbes, a lo largo del siglo
XX, fueron escenario de algunos de los más dramáticos eventos en la historia moderna de la humanidad.
La llegada de la sociedad industrial, alteraría cualquier orden conocido hasta el momento. Dos
grandes guerras involucrarían a una buena parte de los países del orbe, y muchas
revoluciones y cambios sociales dejarían profundas huellas físicas y sociales en el interior de las ciudades.
Los movimientos sociales se
exaltarían, y
en muchos casos, se harían más radicales. Es el caso, por
ejemplo, de la España de la
época republicana previa a la
Segunda Guerra Mundial, donde se había instaurado, por segunda vez, un gobierno
republicano.
La España posterior a la Primera Guerra
Mundial, gestó una
transición desde
lo rural hacia lo urbano, pero también dejo ver una profunda desigualdad social, que exigiría, para superarla, un orden más igualitario. Así, por segunda vez, se
proclamaría un Estado
republicano, que pretendía dar lugar
a un estado de derecho nuevo, donde todos tuvieran cabida. El tiempo dejará ver que ese anhelo no sería posible.
Las profundas divisiones
sociales construidas por siglos en la sociedad española, se hicieron patentes rápidamente; la separación de clases se mostró aguda y la reacción fue espontánea. Como mencionamos en la
primera entrega de esta serie, en ese preciso momento, dos movimientos sociales
proletarios se alzaban, como forma de organización de la base trabajadora.
Los movimientos comunistas
estaban en apogeo a principios del siglo XX, y los Anarquistas ya formaban
parte de la vida de media Europa desde finales del XIX. La España que despertaba tarde al
escenario europeo, entraría
igualmente con retraso a estos fenómenos, pero sin embargo, lo hacía en un momento crítico, en el que intentaba
transformarse y modernizarse, dentro de uno de los escenarios más complejos previsibles.
En este periodo, las ciudades de
la península Ibérica fueron determinantes
para la construcción de
esta etapa histórica,
ya que sería la
urbe, donde se debatiría el
futuro del Estado.
Barcelona, Valencia, Madrid, y
otras más,
fueron los escenarios donde las ideologías se confrontaban, pero también, donde la gente se dirigía y por lo tanto, donde la
ciudad crecía. Y lo
haría
apoyada en los preceptos sociales, que en ese momento se encontraban en
conflicto, lo que se representaría de forma clara sobre el territorio urbano.
En Barcelona por ejemplo, el
surgimiento de barrios autogestivos de carácter anarquista, se plasmó en el territorio de manera física y contundente. José Luis Oyón, investigador, historiador
y académico,
describió este
fenómeno en
varios escritos y finalmente en un texto, que darían cuenta de la importancia de este movimiento para la
configuración de la
estructura social y urbana de esta ciudad.
Barrios como el de Roquetas, por
ejemplo, surgidos de la organización popular, alojaron a miles de obreros y campesinos
urbanizados, que encontraban en las ideologías liberales, lugar dentro de la ciudad. Incluso en la
actualidad, el barrio de Roquetas es un caso especial de autogestión y éxito en la vida de la urbe. Su
modelo de autogestión de
espacios culturales, por ejemplo, fue estudiado y replicado en otras partes de
la ciudad, e incluso, introducido como modelo de Estado.
Lo que queda claro es que, en la
sociedad española y
catalana de la primera mitad del siglo XX, los movimientos anarquistas, pretendían, sobre todo, la construcción del diálogo con sus contrapartes.
Entre éstas,
la ciudad, donde plasmaron su huella de manera clara, al producir no sólo espacios de habitación, sino también centros culturales, parques,
equipamientos y otros espacios, que el propio pensamiento requería, para prosperar en la parte
más
importante del tejido urbano de la ciudad: las conciencias de sus habitantes.
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