Anarquismo y ciudad IV
El imparcial 11 de diciembre de 2014
El camino que ha seguido el pensamiento
anarquista en la vida de las ciudades se ha basado en una intensa
simbiosis que ha permitido por un lado alimentar la ciudad de ideas
sobre la igualdad social. Por el otro la comunión de muchas personar
alrededor de esa misma idea concentradas en las urbes.
Sin embargo, en tiempos recientes y en
el ambiente de violencia que de a poco ha impregnado nuestras
ciudades, el término “anarquista” ha sido tomado retorcido y
aplicado en un sentido muy distinto al que le dio origen.
El sentido del pensamiento anarquista
está y ha estado siempre relacionado con el concepto de comunidad,
una comunidad donde las personas poseen un grado de responsabilidad
social muy elevado, en lo personal y ante el medio que les resguarda.
Este sentido de responsabilidad es la base en la que se fundamenta la
construcción de un ambiente equilibrado y justo donde todos los
miembros de la comunidad encuentran un lugar común.
Ese lugar común ha sido la mayor parte
de las veces la ciudad, espacio de todos, donde este y otros modelos
de pensamiento han encontrado lugar. Eso en automático lo convierte
en el sitio donde se expresan estas distintas formas de entender la
realidad y tratar de controlar los fenómenos que nos rodean
cotidianamente. Cada forma de pensamiento antes o después ha
encontrado un espacio en las urbes donde hoy habita más de mitad de
la población mundial.
Por lo que las expresiones de la
cultura del anarquismo en la ciudad se plasmas en obras y espacios
dentro de la ciudad misma destinados al discurso de sus ideas y la
integración de más y más personas a sus líneas de pensamiento. El
anarquismo es sin duda una forma de organización social que ante
todo se basa en el dialogo y la construcción de discursos lo que
necesita de espacios mentales, pero también físicos para llevarse a
acabo.
El anarquismo sin embargo pese a que
cuestiona la existencia del estado central, no se ha caracterizado
nunca por ser un movimiento que atente contra las personas o el bien
común. Las recientes manifestaciones en el marco de las protestas
que se reproducen por el país que se suelen atribuir a grupos de
“anarcos” asemejan más actos de vandalismo puro que se
encuentran muy alejados del pensamiento libertario que dio sentido a
este modelo de organización, reduciéndolo a un mero echo de
violencia desorganizada.
Para el concepto anarquista el estado
si es un adversario, pero en tiempos de paz, la herramienta con la
que lo enfrenta es la del convencimiento y la construcción de una
masa crítica. Una revolución de pensamiento que hoy como antes se
basa en el uso dominio del espacio público, ya sea abierto o
cerrado, para discutir ideas y generar estrategias que ayuden a la
transmisión de sus mensajes.
Lo cierto es que luego de más de un
siglo de convivencia intensa entre la ciudad y el pensamiento
anarquista este último está casi extinto en su sentido más puro.
Incluso en las ciudades europeas donde tuvo fuerte presencia hoy sus
reductos son mínimos y sus espacios de discusión pocos y
diseminados. Quedan algunos ateneos y cooperativas cuyo mayor
esfuerzo lo dedican al dialogo y a intentar desprenderse lo más
posible de las estructuras del estado.
Sus actos son más de resistencia que
de combate, se han hecho populares por la toma de espacios
desocupados para asignarles un uso y convertirlos en eso lugares de
encuentro y discurso que el movimiento requiere. Son lugares que
resultan una mezcla de espacio público, albergue, centro social,
cultural y comedor donde se penetrar en un la búsqueda de una forma
de vida alternativa, y de los que continuamente es noticia son
expulsados por las fuerzas del orden a las que por concepto se
contraponen.
El movimiento anarquista hoy día es
más un sujeto de estudio que de práctica cotidiana, y lo es por la
gran importancia que este tuvo en la vida de las personas y las
ciudades no hace mucho tiempo. Y porqué los aportes que hizo este
pensamiento a la estructura social contemporánea subsisten en
nuestras formas de organizarnos, aún ocultas en las muchas capas de
tiempo que nos ha tocado pasar desde entonces y como sociedad.
Sirva esta serie de artículos para
reivindicar en lo posible el papel del pensamiento y los propósitos
anarquistas en la ciudad, más allá de los pasamontañas y las
pintas en paredes. El verdadero anarquismo no perdería la
oportunidad de transmitir una idea y de convocar a más miembros de
nuestra sociedad a que se una a la búsqueda de libertades, de
comunión y equilibrio social que los verdaderos anarquistas hoy
olvidados enarbolan.
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