Anarquismo y ciudad III
El imparcial 4 de diciembre de 2014
Para el caso de las
ciudades en México, la relación con el concepto anarquista, si bien
no ha sido tan estrecho y evidente como en otros lugares, tampoco es que se haya
mantenido distante. La importancia de este movimiento en la vida del país, se remonta también a los inicios del
siglo XX y finales del XIX, cuando se vivía una profunda molestia social debido
a la terrible desigualdad que predominaba en México, y a la permanencia de un sistema
político dictatorial.
De nuevo, el anarquismo
surgiría con una fuerte base social, y lo haría como en otros países, ligado a la
vida en las ciudades. Este movimiento había encontrado cabida en la mente de jóvenes de la clase
media y baja, que a diferencia de los revolucionarios de tipo institucional
como los Maderistas, pretendían devolver a la gente el poder, que
un Estado corrupto y de élites les había negado por generaciones.
No muchos tienen
claro que, de hecho, el lema tierra y
libertad asociado al Zapatismo, se trataba realmente de uno de los clamores
que el movimiento anarquista mexicano había generado como línea de pensamiento.
También es poco conocido, que una buena parte de la base social y
política de la Constitución de 1917, fue tomada de la plataforma
política del partido anarquista mexicano.
Otro dato
igualmente olvidado, es que los primeros disparos y muertos por la contienda
revolucionaria de 1910, serían anarquistas. El ataque de la
guarnición de Mexicali en enero de 1911, daría inicio a la lucha
armada revolucionaria, que un año después, llevaría a Francisco I.
Madero al poder y a personajes como Francisco Villa y Emiliano Zapata a la
persecución. Mientras, el
mayor de los personajes del anarquismo mexicano moriría a golpes en una
prisión de los Estados Unidos.
Ricardo Flores Magón, oaxaqueño de origen y
libertario por convicción, sería una
figura clave, no sólo del movimiento anarquista, sino de la historia moderna
de nuestro país. Sin embargo, sus aportes y decisivas contribuciones a la
construcción de un Estado moderno e igualitario, no le bastaron para
que el gobierno posrevolucionario le rescatara de la cárcel de Kansas, en
Estados Unidos, donde moriría.
Ricardo se negó a solicitar clemencia al gobierno americano
y a retractarse de sus ideas y convicciones. Prefirió morir en circunstancias no claras,
abandonado y enfermo en prisión, antes que negar sus principios. Hoy
su nombre se escribe con letras de oro en el Congreso mexicano. Sin embargo, en
su momento, fue renegado y dejado a su suerte, por lo que se consideraba un gobierno emergido
de una revolución, que él mismo había iniciado en el norte del país.
La presencia del
movimiento anarquista en la ciudad de México y en el país entero, fue tan
relevante y temida en esa época, que incluso dio lugar a la
creación de un movimiento reaccionario, destinado a combatirlo. El
denominado sinarquismo, era un movimiento de corte religioso y de origen burgués, que se enfrentaría al anarquismo y
sería responsable,
en gran parte, de la construcción de la leyenda negra que rodearía al
fenómeno anarquista mexicano.
Una buena parte de
la labor de los sinarquistas, fue una campaña de desprestigio, que describiría al anarquismo
como un movimiento violento, creado para destruirlo todo y desconocer el orden
social. Desde luego, quienes se encargaron de financiar y ejecutar el programa
de este grupo, eran personajes cercanos
al poder, interesados en que no hubieran cambios en lo sustantivo, luego de que
la revolución afectara sus intereses. Eventualmente lo consiguieron.
Mediante esta campaña, se intentó borrar del pensamiento de las personas,
la profunda base social del anarquismo, construida varios siglos antes, y
retomada por los ideales de la Revolución Mexicana, antes de ser contaminados
por los caudillos que tomaran el poder al final de la era revolucionaria.
El movimiento
anarquista, sin embargo, dejaría una huella profunda e imborrable en
las primeras etapas del México institucional. Aportaría, no sólo la base de la que se desprendería una nueva Constitución, sería también su programa social y educativo, el que daría lugar
a las grandes obras del México posrevolucionario. Nuevas instituciones emergerían y con ellas, una
nueva arquitectura y conceptos urbanísticos.
No es casualidad,
que las primeras obras de los gobiernos de luego de la revolución fueran
instituciones educativas y culturales, como la Escuela Normal Superior o el
Conservatorio Nacional. Ni que sus programas funcionales se plantearan en un
orden de jerarquías horizontal, a manera de un oculto homenaje a un modo de
pensamiento, que de nuevo, ayudaba a la construcción de una sociedad más igualitaria y
libre de pensamiento.
Comentarios