La ciudad en sitio
Todo en llamas
El Imparcial 28 de Noviembre del 2012
Cuando en la época clásica de la
antigua Grecia, se consideraba que la ciudad era significado de
libertad, no se exageraba. En aquel entonces el ser ciudadano
representaba contar con una serie de derechos de los que otros
carecían.
Las clases sociales estaban
terriblemente estratificadas, y la diferencia fundamental la
representaba, que si habitabas la ciudad contabas con prácticamente
todos los derechos con lo que cuenta un hombre libre. Estas
libertades no aplicaban para aquellas personas que vivían en el
campo, o pertenecían a la clase trabajadora. Aunque existía la
posibilidad de ascender socialmente y entrar al juego de la clase
dominante.
Desde luego que el sistema social
griego resulta hoy de lo mas desagradable y criticable. Pero en su
momento, representó la posibilidad de entrar en un mundo ordenado y
con derechos, para miles de personas que sólo habían conocido el
caos, y la doctrina de la fuerza como forma de vida.
La ciudad griega la: civitas
significaba, eso precisamente, la cúspide de la civilización
occidental, donde todos los ciudadanos, tenían voz y voto. Donde
existían representantes nombrados por el pueblo, para gobernarlo, y
donde hasta el más pequeño de los hombres, tenía derecho a
levantar su palabra en el centro de estos lugares. El ágora.
El ágora de la
ciudad griega era el punto central de todo lo existente. Era mercado,
foro y plaza pública a la vez, su tradición toda vía hoy se
manifiesta en nuestra vida diaria, en forma de los lugares centrales
de las ciudades latinas. Pero en el caso del ágora esta tenía un
sentido predominantemente discursivo, era el lugar del debate y la
lucha intelectual
Tal fue la
importancia del debate en las ciudades griegas, donde se discutía de
todo, aveces de cosas insólitas apasionadamente. Que existía una
clase social de una especie de mercenarios de la retórica, dedicados
a defender cualquier causa en el estrado, siempre que hubiera una
buena recompensa por ello. Allí se saldaban las cosas y allí se
cerraban los debates.
Si hacemos esta
descripción histórica, para tocar el tema de la actualidad en la
ciudad de Oaxaca, es por que resulta urgente hacer notar el absurdo
al que se ha llegado al llevar el debate de las cosas, a cada, calle,
crucero, plaza, infraestructura, manzana.
En esta ciudad el
vicio de unos por no escuchar, el de otros por alzar la voz, y el de
muchos por manipular, ha llevado a la urbe al borde del desastre. La
situación social esta en una escalada negativa que nada bien nos
hace. Mientras que la financiera se le golpea cada día en forma de
empresas que cierran, visitantes que no arriban y negocios que no
venden, la estancia diaria de visitantes a al ciudad no llega al día
y medio, pero eso a nadie parece importar.
Debemos dar gracias
a quien toque, de que el estado mexicano es un estado solidario, por
que si no fuera por los recursos federales que llegan en forma de
presupuesto, no habría forma de mantener en funcionamiento a la
segunda economía más pobre de toda la federación. Pero esto
tampoco parece interezar a quienes cotidianamente toman esta ciudad
como rehén, sin considerar que al hacerlo paralizan el corazón
económico del estado.
Parece que ninguno
se detiene a reflexionar como estos continuos cierres, les afectan a
ellos mismos, como su estado es más pobre, como sus hijos tendrán
peores maestros, como las personas de alto rendimiento que
necesitamos para sacar este barco adelante, elegirán otro destino.
Uno mas calmado, donde el diálogo se imponga antes que la barricada,
donde sus hijos crezcan en un terreno amable con los otros.
Es cierto, en
Oaxaca el estado falla cotidianamente, olvida sus obligaciones y su
burocracia alenta los proceso que debieran ser instantáneos. Pero si
el estado se equivoca y la sociedad le hace segunda a coro, entonces
si nos encontramos ante un abismo. Uno que no puede acarrear más que
un empeoramiento de las cosas y de este no sacaremos nada bueno
nadie.
Para
terminar, una historia que cierra el discurso histórico de la
apertura. En la época griega, cuando las ciudades estado se regían
por si mismas mediante la democracia si bien imperfecta. La mayor
amenaza eran los imperios, estados y gobiernos totalitarios.
Estos, atacaban a
las urbes bajo una estrategia que aveces fallaba y otras resultaba
debastadora. Las sitiaban por meses, aveces años, asfixiaban
cortando sus suministros y comunicaciones. Finalmente la ciudad cedía
y normalmente ardía en llamas como castigo. Las comparaciones son
odiosas pero...
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