Como se arma una ciudad III
Participación ciudadana
El imparcial 7 de marzo del 2012
En fechas recientes hemos presenciado
un echo que por poco común, parece insólito en la realidad local y
desgraciadamente nacional, pero que de facto –y muy
afortunadamente-- es una práctica común y corriente en la toma de
decisiones de las ciudades en la actualidad. En especial, las de
mayor peso social, económico y político, por todo el planeta.
El debate que originó la construcción
del conjunto de pasos a desnivel de cinco señores, dejó una huella
positiva; dio pauta para abrir la discusión sobre el modelo de
ciudad que deseamos en un futuro. Pero vamos por partes. Aprovechando
esta disyuntiva abordaremos el tema de las muchas voces que
participan o debieran participar en las transformaciones del espacio
urbano.
La participación ciudadana en los
procesos urbanos no es una materia recién inventada, es una forma de
hacer ciudad que en su tradición moderna cuenta con cuando menos
medio siglo de práctica difundida y aceptada. Desde los cambios
impulsados de los barrios de San Francisco California de los años
70, hasta la transformación de la ciudad de Curitiba en Brasil –hoy
ejemplo latinoamericano y mundial--, impulsada por Jaime Lerner desde
la trinchera ciudadana allá en los años sesenta, hasta su llegada a
la alcaldía de la ciudad, pasando por otros muchos derroteros, como
Bogotá, Vancouver, o Barcelona, los ciudadanos, colegios, y
asociaciones participan activamente en las transformaciones de su
ciudad.
En Barcelona por ejemplo, la
modificación propuesta al eje diagonal de la ciudad, que pretendía
entre otras cosas ampliar el servicio de tranvía sobre esta
histórica avenida, recibió un no de la ciudadanía, mismo que
significó la parada del proyecto. El dictamen ciudadano se acepto y
el alcalde y la diputación dirigieron sus esfuerzos a otras
direcciones, como la increíble linea 9 del metro. Un proyecto
colosal que incluye un sistema pionero de trenes totalmente
automatizados. La construcción de esta linea de transporte público
de 48 km de largo, permite entre otras cosas, la aplicación de una
política de castigo al automóvil particular, que incluye pago por
estacionamiento en buena parte del conjunto urbano.
Las formas de ejercer el derecho civil
a participar, del que estamos desacostumbrados bajo el actual modelo
de voto y me olvido, que caracteriza en buena medida a nuestra
democracia, son sin embargo muchas, y larga es la literatura que se
encarga de su análisis y difusión. Un texto que se puede consultar
y de cuenta de esta tendencia es: El poder del vecindario, el
nuevo localismo, fechado en 1975, describe como un barrio emerge
de sus cenizas a partir del un mayor compromiso que sus habitantes
entablaron con el, implantando pequeñas intervenciones que
trasformaron el contexto general del lugar. Mas recientemente autores
tanto Latino Americanos como Anglosajones han vertido un sin numero
de experiencias documentadas al debate.
Una cercana; recientemente tuve la
oportunidad de coincidir en la ciudad de Buenos Aires con el
Arquitecto Alejandro Aravena, quien es para muchos uno de los mejores
arquitectos del continente –hay quien dice el mejor--. El, recibía
un premio continental a un proyecto de su autoria, pero en el cual
participaban otras dos firmas de especialistas, indispensables debido
al tipo de proyecto que desarrollaba. Aravena pretende mover una
ciudad. Después del Tsunami que asoló chile en 2010 se decidió
identificar ciudades con alto riesgo de padecer una catástrofe, así
implantaron un proyecto para la ciudad de Constitución en Chile,
basado en una estrategia de escudo geográfico, que implicaba generar
un sistema de parques escudo que protegieran la parte más urbana de
la ciudad, lo que significaba mover barrios enteros.
Es toda una tentación describir el
proyecto pero no lo haremos. Cuando le pregunté sobre las
implicaciones sociales de esta transformación me soltó un simple:
Todo esto se hace mediante talleres y consultas periódicas en las
que participa la comunidad entera.
Sirva de ejemplo entonces como por el
continente y el planeta, las voces de quienes habitan la ciudad son
cada vez más y mejor escuchadas. Desde pequeños planes de barrio,
hasta la reprogramación de una ciudad de 46 mil habitantes, como
Constitución, gobiernos y profesionales de la planeación y la obra
pública, aprendemos generar inercia con la sociedad civil, para
producir los grandes proyectos que nuestras comunidades requieren.
Que nadie se extrañe entonces si un
gobierno democrático atiende estas solicitudes, si nombra árbitros
independientes y replantea soluciones viales o de cualquier otro
tipo. Esa es la base de la sociedad moderna y debiera serlo del lugar
que esta habita. En hora buena a quienes aprenden a escuchar, y toda
mi solidaridad a quienes sin otro interés que el beneficio de quines
viven en nuestra urbe ponen su calidad moral al servicio de la ciudad
de todos.
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