Desarrollismo y ciudad IV


El triunfo del espacio público
El imparcial 4 de abril del 2012


Hoy día cuando recorremos las grandes y pequeñas ciudades europeas podemos detectar una constante; cada vez más la urbe adquiere una escala humana y transforma sus espacios cerrados en abiertos, rompe límites, borra carreteras. En resumen, la ciudad emerge hacia el espacio colectivo y abandona una era dedicada al desarrollo a cualquier precio y soportada en preceptos no sustentables desde la perspectiva ambiental y social.


El como los países desarrollados del planeta han poco a poco entrado a esta nueva era, casi nada tiene que ver con el romanticismo ecológico o el miedo al cambio climático. Esta transformación obedece sobre todo a la realidad económica y social que arrinconó a los gobiernos de los estados y que no vieron más viable el antiguo modelo productivo, debido a su alta dependencia de la producción de energéticos proveniente de entornos que no controlaban del todo.


Podemos incluso intentar datar esta ruptura. En la década de los ochenta se gestaron por todo el planeta algunas de las crisis más impactantes que las sociedades modernas han padecido. Estas se saldaron con la caída del bloque comunista occidental, pero tienen su origen para muchos en un hecho clave. La crisis petrolera derivada de los acontecimientos sociopolíticos de medio oriente que finalmente condujeron al embargo, demostraron lo débil que eran las economías occidentales al haberse hecho adictas a esta forma de generación de energía.


Así, inició una nueva época en las relaciones ciudad energía que ha producido un cambio dramático en las formas de ciudad y en el uso de los espacios públicos. La ciudad se compacto, y se optó por hacer que las personas se movieran en la urbe tan poco como fuera posible. Esto implicaba entonces la mejora del medio ambiente inmediato y la desconcentración de los equipamientos y servicios públicos que habían permanecido en un sólo lugar amontonados por largo tiempo; una autentica revolución urbana.


Hoy en día, si recorremos Madrid encontraremos la autopista M30 enterrada y sobre sus restos un parque de casi 80 hectáreas que enverdece la ciudad, al tiempo que se recuperó el cause del río Manzanares. En Barcelona el espacio público invade los barrios y las bicicletas emergen triunfantes -algo que se pensó imposible hace muy poco--, hay escaleras eléctricas en los antiguos barrios de "chabolas" y el trasporte público genera algunos de los proyectos mas modernos del continente.


En Marsella se inaugura un túnel que saca el tráfico de la parte central de este antiguo puerto, al tiempo que las baquetas crecen hasta un 200 %, han borrado al auto de la ciudad y le han regresado la calle a las personas, el turismo invade el frente marítimo. Así por toda Europa el cambio se consolida, ya no sólo la imponente Holanda con su red de infraestructuras y caminos peatonales que conectan casi todo el país destaca. Desde el norte hasta el sur la transformación es evidente, y parece imparable.


Las calles han disminuido el tráfico vehicular y su velocidad, las plazas han sido reinventadas, los paseos peatonales nunca habían sido tan iluminados, y los niños y ancianos jamás habían tenido tanto espacio seguro y diseñado a sus necesidades. Y es que al final ha imperado un máxima fundamental, espacio público es de todos y el valor de las urbes decide en lo comunitario.


Hoy en Europa continúa imperfecta y de nuevo en crisis, pero el modelo por el que pelearón tantos teóricos del urbanismo y la sociedad de justicia equitativa, emerge triunfante medio siglo despúes en sus ciudades. Las nuestras aguardan su momento, pero esten seguros llegará.

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