Como se arma una ciudad IV
San Pablo Y su Callejón Peatonal
El Imparcial 25 de abril del 2012
Durante algunas semanas en distintos
frentes y bajo diversas circunstancias se han vertido una serie de
críticas y comentarios apropósito de una serie de intervenciones
hechas a algunos edificios del centro histórico de la ciudad. Dos
cosas me resultan preocupantes de estos debates. Mas allá del hecho
de que sin duda alguna toda argumentación en pro o en contra de una
intervención en una zona patrimonial debe ser sujeta a escudriño
público, sorprende en el hecho que se centre en las partes polémicas
del asunto y no se abunde en las que por su naturaleza resultan casi
incuestionables.
Me explico, se menciona que el estucado
que se aplica a la iglesia de las Nieves le quita su relevancia
histórica. Dejando de largo que de hecho muchos edificios de
cantera, --entre ellos este--, original mente se revocaban debido a
la poca dureza que caracteriza a algunas canteras y en pro de su
conservación, pero poco o nada se resalta de la importancia de que
este edifico este bajo un proceso de restauración.
También se ha abierto una polémica
sobre si la nueva fachada del ex-convento de San Pablo, rompe el
continuo histórico colonial de la ciudad, pero poco destacan estos
críticos sobre el hecho de que de facto se recuperó un conjunto
arquitectónico que estaba prácticamente borrado de la ciudad y su
historia. Las seis mil toneladas de escombro que hubo que retirar
para traerlo al presente atestiguan este hecho, y los seis años de
obra lo reiteran.
Son validas si, todas las dudas y
conceptos cuestionables, hasta el más esteticista y particular. Pero
que para que el ejercicio resulte saludable es imprescindible,
apreciar la imagen entera de cada intervención. Intentaré poner el
acento en una parte específica de este conjunto; el Callejón de San
Pablo.
El recién recuperado convento,
originalmente conocido como Santo Domingo, luego como Santo Domingo
de Soriano y finalmente como San Pablo, tiene la notable marca de ser
el edifico conventual más antiguo de la ciudad. Asolado en sus
inicios por las convulsiones de la época y luego de ser azotado por
un terremoto que lo daño seriamente, --antes incluso de que el
edifico fuera terminado--, se optó por la mudanza de la orden
dominica a lo que hoy es el actual convento de Santo Domingo de
Guzmán.
Para que este último fuera construido
se requirieron de grandes cantidades de dinero, lo que ha dado
pretexto para suponer que esa pudo ser la causa de que se vendieran
los terrenos del atrio del convento de San Pablo. La venta iniciada
en el siglo XVII, significó la paulatina construcción de dos calles
interiores una que de extremo a extremo entre las actuales calles de
Independencia e Hidalgo, y otra más que se abría paso hacia la hoy
calle de cinco de mayo.
Por más de dos siglos estas calles
formaron parte del entramado de la ciudad hasta que junto con el
convento mismo se perdieron abatidas por los años. Por fortuna para
quienes poblamos la ciudad en la actualidad, esta perdida se ha
revertido parcialmente. Como parte del proyecto de recuperación del
convento, ha salido a la luz el antiguo callejón que recorre de
norte a sur toda una manzana, en la parte más central del primer
cuadro.
El actual callejón de San Pablo,
significa quizás desde un punto de vista meramente urbanístico, la
aportación más importante que esta obra pudo haber hecho a la
ciudad. Bajo un contexto donde cada espacio ganado al automóvil es
resultado de una intensa batalla y negociaciones no siempre fáciles,
de la nanda a resurgido una calle pensada exclusivamente para la
movilidad no motorizada. En ese lugar que ya se han apropiado poco a
poco los habitantes de la urbe se puede caminar, descansar o
simplemente cruzar de una lado a otro, sin el estrés que implica la
convivencia con el vehículo de motor.
Al tiempo, se puede contemplar la
recatada fachada del templo, perdida por varias generaciones y que
hoy muestra un rostro apegado a la preexistencia y la historia, fue
tan meticuloso el rescate que se optó por no reedificar los
campanarios por no tener registro de cual era su aspecto original. De
tal modo que se decidió dignificarlos desde la “ruina” como
elemento testigo de la historia centenaria del lugar.
San Pablo, se convierte poco a poco en
un lugar de referencia en la ciudad, y mucho tienen que ver su aporte
urbano significado por su callejón. Una vía de más de 300 años de
antigüedad y casi 100 metros de largo, que hoy día aporta al debate
funcional de la ciudad y exhibe una otra forma de habitarla. Una
donde los ritmos los marcan los pasos de las personas y donde nos
podemos detener bajo el resguardo de un antiquísimo muro para darnos
una pausa del ruido y la convulsión de algunas de las calles más
colapsádas del centro histórico.
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