Vagabundos
El imparcial 25 de marzo de 2015
Los ves por todos lados, algunos
son muy notorios, otros son apenas perceptibles, caminan por la ciudad de aquí para allá sin
que muchos se detengan a mirarles fijamente. Aveces, especialmente en temporada
de turistas, milagrosamente desaparecen del contexto, pero poco tiempo después es posible reencontrarlos de nuevo, andando por las
calles de la ciudad sin rumbo, con la mirada y en ocaciones la mente perdida.
La presencia de vagabundos o
indigentes en nuestra ciudad, particularmente en el centro histórico de esta, es algo más
que normal y cotidiano. Nos hemos acostumbrado tanto a ellos que poco a poco
los hemos hecho invisibles, cuando menos ante la mirada de quienes pretendemos
que no existen aunque estén siempre ahí.
Estas personas, son muchas las
veces seres con alguna enfermedad mental que no encuentran punto de inserción en una sociedad que niega sistemáticamente sus problemas, otras padecen la enfermedad
del alcoholismo que se extiende por nuestra sociedad. Se trata de habitantes de
una urbe que no termina por contemplarles como parte de su tejido y que por lo
tanto no les ofrece la asistencia que requieren para poder llevar una vida
digna como cualquier ser humano.
Su condición refleja un grado de desatención a ciertos sectores de la población, que pese a poder ser considerados minoría, requieren tanto cuidado como el resto de nosotros,
o quizás más.
En la administración municipal pasada se hecho a andar un programa que
pretendía brindarles atención
sanitaria y cuidados para que estos personajes que en ocaciones deambulan
desnudos por la ciudad obtuvieran un trato digno. El programa de cuidado a
indigentes implementado se hizo incluso merecedor de un premio a nivel federal
por su innovador y adecuado manejo de la situación.
Su éxito fu cantado a los cuatro vientos, y se llegó incluso a mencionar que de ciudades y entidades
vecinas trasladaban gente con estos problemas para que fueran atendidos en el
municipio.
Pero lo cierto es que este
intento por ayudar a personas en condición de
calle en la ciudad de Oaxaca no siguió adelante,
ni siquiera llegó a sobrevivir el fin de esa
administración. Los recursos que le permitían operar fueron retirados y pronto las personas que
habían sido tratadas durante un periodo de casi un año volvieron a deambular por las calles de la ciudad de
Oaxaca.
En la actualidad el problema se
encuentra otra vez desperdigado por la ciudad, y representan una situación a la que hay que darle una solución, una que dignifique la existencia de estos seres y que
sea también digna de una sociedad contemporánea.
En verdad no sabemos cuantas de
estas personas vaguen diariamente por las calles de nuestra urbe, reconocemos a
algunos por lo cotidiano de su presencia. Otros más
aparecen y desaparecen del contexto de la ciudad cada día, sin que se sepa exactamente que pasa con ellos,
simplemente se van y no hay constancia de que ha pasado con ellos.
La necesidad de resolver esta
situación trasciende al concepto de la imagen urbana que de la
ciudad de Oaxaca pretendamos crear, se trata de enviar un mensaje más poderoso y relevante; que en esta ciudad nos hacemos
cargo de los más desprotegidos. Por lo que el brindar cuidados a
estas personas implica que habitamos una ciudad donde se vigila y atienden
situaciones de necesidad evidente como es este caso tan cotidiano.
La situación de salud mental en el mundo entero se encuentra en
crisis, los datos que manejan instituciones sobre este aspecto son muy serios,
la OMS cree que el 20% de niños y jóvenes del planeta sufre algún tipo de trastorno y calcula 800 mil suicidios
anualmente. El reciente "accidente" aéreo
de un avión alemán, inducido por un piloto
bajo con un claro problema mental es apenas una pequeña muestra de lo que esta sucediendo en esa materia a
nivel global.
Por lo que las ciudades como
principal hábitat humano deberían
estar preparadas para dar una respuesta los conflictos emocionales de sus
habitantes. No hay que perder de vista que la delgada línea entre la razón y la
locura es muy frágil y que el poner nuestra
atención en los otros significa ponerla en nosotros mismos.
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