De nuevo las lluvias

De nuevo los cráteres
El Imparcial 9 de octubre del 2013



Cada años sucede lo mismo, la temporada de lluvias azota el estado y la ciudad y somos testigos como las carpetas de rodamiento que comunican lugares y ciudades se deterioran en el transcurso de pocos días. Al poco tiempo una parte de la sociedad, sobretodo la que usa autos inicia una ronda de críticas y demandas sobre el estado de las cosas en la ciudad y la urgencia de reconstruir las vialidades.

La verdad es que resulta bastante aburrido el escuchar esta historia una y otra vez sin que nada se haga de fondo para prever su repetición. La ciudad de Oaxaca y sus habitantes tenemos una costumbre extraña, nos gusta creer que las cosas pueden modificarse sin cambiar nada. Pretendemos que las calles y avenidas de la ciudad estén en perfecto estado todo el año, pero no estamos dispuestos a modificar nuestros patrones de conducta.

Hace algunos artículos tres para ser exactos, en el denominado, El sentido de la calle, hacíamos unas matemáticas muy básicas a la hora de describir como el espacio público representado en forma de calles había sido llevado a un uso mínimo; el de vialidad. Esas matemáticas nos arrojaban un numero 27.5 millones de m2, esa es la superficie aproximada de calles y ejes viales en la ciudad.

Esta superficie tan grande es el resultado de un proceso de crecimiento desordenado y con poco sentido común que ha extendido una maraña de calles por todas direcciones, aveces para comunicar un puñado de personas que han construido su hogar en las lejanías de la urbe. A medida que esta red se ha expandido, se ha firmado una sentencia a la ciudad, una que la reducirá por los próximos años a un lugar incapaz de invertir en algo que no sea parchar lo ya existente.

La falta de control sobre el manejo del territorio que por parte de los municipios y gobiernos estatales se ha producido, así como la opción por un modelo de movilidad sobre ruedas, mal planeado y con un excesivo número de vehículos en circulación y en aumento, cierran la pinza. 

Mientras estas componentes nefastas se mezclan, la critica se centra en el estado de las vialidades, o se lleva la parte técnica de las mismas, y se pregunta qué materiales tendrán mayor durabilidad en el tiempo. Sin detenerse a considerar lo que creemos debería ser la pregunta más importante, ¿Es este modelo de movilidad el más optimo y rentable para la economía de la ciudad?

La respuesta es basada tanto en la experiencia empírica como en la pruebas científicas que hemos generado es sencilla, no lo es. El incremento en el parque vehicular, el mal uso que se hace de los vehículos de motor, ejemplificado, por un pasajero un hombre y la nula planeación de un sistema de transporte público que sobrepasa en un más de un 30% la demanda haciendo que miles de viajes al día sean inútiles así lo indican. 

Muy poco se va a poder hacer y sobretodo se haría con altísimo costo para el erario público por mantener el extenso sistema vial que se ha generado, si no se modifica el modelo de movilidad en la ciudad, así como los hábitos de transporte de sus habitantes. Lo mismo cabe decir para los prestadores de servicios de transporte que hacen un uso intensivo de las infraestructuras públicas sin una adecuada planeación de sus procesos.

En un mundo que cuenta con tecnologías en materia logística y energética extremadamente avanzadas, el modelo que en la ciudad impera no ha sufrido prácticamente modificaciones en los pasados 100 años. Resulta indispensable implementar estrategias tanto de manejo del territorio como de modernización logística y tecnológica en los sistemas de transporte, para restar impacto a lo que le sucede cíclicamente a las calles en temporada de lluvias.

Una puesta más franca y determinada por parte de las administraciones públicas en pro de un modelo de movilidad no motorizada que descargue el sistema vial de la ciudad es también una urgencia y una solución. Si una proporción de los habitantes de la ciudad no utiliza medios motorizados para desplazarse significa una menor demanda a las infraestructuras viales y una mayor durabilidad de las mismas.

Intentar transformar las cosas de fondo es siempre una situación traumática a la que muchos se resisten, ya sea por sentido práctico o por conveniencia personal. Lo cierto es que cuando hablamos del interés de los recursos públicos cabe la rectoría del estado y la consecuente propuesta o exigencia de la construcción de modelos más rentables, sostenibles y justos.

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