La ciudad de Oaxaca
100
entregas después
El Imparcial 5 de febrero del 2014
Esta
que leen en la columna número cien que aparece publicada en este diario, eso
significa que se están por cumplir dos años desde que apareció la primera
entrega hablando de la historia del
ferrocarril en la ciudad de Oaxaca. Desde entonces muchas cosas han ido y
venido y los escenarios de la ciudad se han transformado, a veces para bien, a veces
no.
El
debate y la lucha por la ciudad no pueden ser tomados a menos, tenemos
suficientes experiencias negativas de las consecuencias de que esto suceda. La
importancia de mantener un sistema urbano saludable y en constante revisión y
cambio es esencial y aunque se define a sí misma no está de más recordar la
importancia que las ciudades como la nuestra tienen y tendrán en un futuro no
muy lejano.
Recordemos
algo que hemos mencionado constantemente en esta columna, el proceso de
urbanización de nuestra sociedad ya abarca casi el 80 por ciento de la
población nacional. El resto se encuentra en camino a esta realidad o está de
alguna manera muy conectada con el modelo de vida urbana de formas directas o
indirectas. Al final serán muy pocas personas las que queden exentas de este
proceso integrador.
Aquí,
en la ciudad se genera y maneja la mayor parte de la riqueza de nuestra
sociedad, se crean la gran mayoría de los empleos y se mantienen los mejores
niveles de vida. Pero también es el lugar donde se concentra el conocimiento,
donde los servicios son mejores, la infraestructura prosperan y donde las
opciones de ocio se hacen más diversas.
De
allí que ya sea de manera formal o informal la lucha por el control del espacio
urbano ha sido particularmente dura en los últimos tiempos. Y que una parte
importante de la población que aquí habita no ha sido más que víctima y testigo
de este encuentro, en ocasiones inclusive violento.
Lo
presenciamos de distintas maneras, desde la ocupación de los espacios públicos
por comerciantes callejeros informales, hasta los choques entre sindicatos,
organizaciones sociales y otros actores, que se confrontan al estado con la
ciudad como fondo. No es una casualidad que eso suceda, lo que no terminamos de
darnos cuenta es que lo que está en juego es la ciudad misma y todo lo que
representa.
Es
decir, la ciudad se ha convertido cada vez más en el centro de un debate
fundamental sobre el destino de buena parte de nuestra sociedad, si no
terminamos de comprender esta realidad se compromete el porvenir de varias
generaciones que nos vienen siguiendo de cerca. El compromiso abstracto con la
ciudad se convierte entonces en un compromiso con aquellos que habitarán
nuestras ciudades en un futuro.
La
lista de problemas y aspectos a debatir se complica de igual manera a medida
que la población que habita las ciudades se hace más diversa. Ya no basta con
suponer que las necesidades de la ciudad se acotan a la dotación de servicios
básicos y el pavimentado de calles. Eso apenas es el inicio de una serie de
argumentos mucho más profundo y delicados.
Es
mejor que las distintas áreas de la sociedad y su gobierno se den cuenta de
esto lo antes posibles. Antes de que se reproduzcan sin control fenómenos
sociales y humanos desagradable para la vida de la ciudad y sus habitantes. Es
el caso de lo que ha acontecido en algunas ciudades del norte de México como
Ciudad Juárez o Monterrey, temas que hemos tratado en estas mismas columnas y
que son la muestra de hasta donde se puede empujar una ciudad ante la
incomprensión de su realidad actual.
El
discurso por la ciudad es entonces uno que se debe construir cada día, y debe
ser mucho más amplio e inclusivo de lo que ha sido hasta ahora. Debería ser un
discurso formado desde la participación de todos los actores que en la ciudad
se manifiestan, en igualdad de circunstancias. Pero sin las estrategias de
presión y extorción que algunos ponen en práctica en detrimento de muchos.
El
dialogo debe ser eso, un discurso impulsado desde las ideas y los debates bien
fundamentados, al cual están invitados todos los actores de la sociedad. Porqué
sólo así con el compromiso y trabajo de todos estos actores, es que podremos
encontrar el camino común a la mejora de este espacio común donde vivimos y al
que todos acudimos en la búsqueda de la concreción de nuestros objetivos
cotidianos.
La
ciudad se está reinventando cada día, no ha dejado de ser así desde que se
edificó la primera, así se unió en un solo lugar el conocimiento y la rueda de
la sociedad empezó a girar más rápido. Estos maravillosos artefactos
contemporáneos si bien son donde se acumulan los problemas, también son de donde
parten las soluciones. Este es quizás su principal virtud y es el factor al que
nos deberíamos aferrar.
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