Pacificar la ciudad IV
Una urbe estridente
El Imparcial 2 de abril del 2014
Mencionamos al inicio de esta serie el concepto de pacificación del
espacio urbano se amplía más allá de los límites la situación vial de alguna
ciudad. Tiene que ver como la construcción de un medio ambiente más amable en
todos los sentidos, apto para la adecuada convivencia y desarrollo de las
personas.
Pero como construir un lugar con estas condiciones cuando resulta
imposible escucharnos, cuando los ruidos que dominan en la ciudad, no son los
razonables diálogos de las personas, si no alaridos sin sentido que emergen de
cada rincón.
Por donde nos encontremos en la ciudad, resulta evidente que el primer
sonido que identificaremos será el rugir de los miles de motores que han
invadido casi cada lugar en la urbe. Están aquellos que ya no son ni siquiera
cuestionables y que estamos tan acostumbrados percibir que simplemente
aceptamos, como el camión del gas, con sus melodías megafónicas, o el motor de
una pipa de agua que enmudece todo a su paso.
Están los miles de autobuses de transporte público, muchos de los cuales
ya deberían estar fuera de circulación por antigüedad, que suben y bajan cada
calle de la ciudad. Esté o no dentro de su ruta, que por cierto se trazan según
los intereses del prestador del servicio, por encima del de los usuarios y sin
respeto por la ciudad misma.
Aquí también los autos privados hacen presencia y complementan un
lamentable concierto que hace nuestra ciudad cada vez menos disfrutable. El
sonido de los motores silencia lo mismo avenidas que calles, parques o el
zócalo, quedan muy pocos rincones donde escapar de su invasión.
Pero la contaminación acústica de la ciudad no se limita ni por mucho a
los motores. Tenemos todo un compendio de emisores de ruido que complementan e
concierto cotidiano. Altavoces en negocios establecidos, vendedores callejeros,
manifestantes, celebraciones, y hasta rallys, hacen de la ciudad de Oaxaca un
lugar cada vez más estridente sin muchos lugares de descanso auditivo.
El cómo esto nos afecta en nuestro estado cotidiano tiene múltiples
variaciones, y va desde el estado de ánimo de las personas hasta afectaciones a
la economía local.
Sabemos gracias a estudios que tienen que ver con la psicología
ambiental que el estar expuestos a fuentes de ruido constantes y sobre todo por
encima de un cierto rango, afecta nuestro estado de ánimo a corto y largo
plazo. Convirtiéndose en un efecto estresante que termina por modificar nuestro
estado de ánimo hacia uno inestable, seguro que muchos hemos sentido esta
sensación de desesperación que el ruido de la calle genera.
A nivel económico pese a lo complejo que puedan resultar estas
mediciones es evidente que en el caso de los visitantes foráneos al centro de
la ciudad su percepción de este lugar muchas veces se limita a una definición
específica: ruidoso. Este entre otros factores muy probablemente es responsable
de que la estadía de visitantes en nuestra ciudad sea menos de 1.5 días
actualmente y que la llegada de visitantes extranjeros haya caído
considerablemente según datos oficiales.
De poco servirá la promoción que se hace de la ciudad si los visitantes
descubren que la realidad es mucho más escandalosa de lo que el afiche
publicitario nos enseña.
Pero sobretodo tenemos que pensar en quienes aquí habitamos y merecemos
un mejor ambiente para nosotros y nuestras familias. Un lugar donde no podemos
escuchar y discutir nuestras ideas se parece más a una discusión de sordos
donde nadie atiende y nadie aprende nada, un abismo de sordos.
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