NYC
La reinvención de la ciudad total
El Imparcial 28 de agosto del 2013
Oportunidad de
conocer la ciudad de Nueva York hace 10 o 20 años, basta que busquen
alguna de las muchas películas que se han realizado en esa ciudad en
aquellos tiempos. Imaginen una ciudad oscura llena de enormes
rascacielos, copada por grandes autos estilo americano, como en filme
de 1987 Wall Street dirigida por Oliver Stone, o una gótica y
decadente al estilo de los Caza fantasmas de 1981.
Luego borren esas imágenes de su
mente, por qué esa ciudad no existe más. Después de una etapa
oscura caracterizada por las crisis financieras y la inseguridad
urbana, la ciudad más importante del mundo, según muchos medidores,
esta en plena transformación hacia una ciudad sustentable. El plan
abarca todas las faces de la vida urbana y se hace con cualquier cosa
que se tenga a la mano.
El porqué de esta transformación
tiene mucho que ver con la conciencia ecológica de una sociedad
comprometida con el futuro, pero mucho más con la preservación del
sistema capitalista que le dio origen y al cual se debe.
Nueva York fue una ciudad fundada por
colonos holandeses en el siglo XVII, mercaderes que buscaban nuevas
rutas para que la primera potencia comercial de la época
distribuyera sus productos de todo el orbe. Su adecuada posición en
la entrada de río Hudson entre una serie de islas y penínsulas le
dotó de un puerto natural, desde donde crecería la ciudad que
controla una buena parte del latir del planeta entero.
Desde sus orígenes hasta la actualidad
la ciudad ha cruzado un sin fin de procesos y transformaciones, pero
una cosa le ha caracterizado desde los primeros días, nunca dejó de
intentar ser una ciudad total, el laboratorio urbano por excelencia.
Cuando el siglo XXI abrió la cortina
de la era de la información, la ciudad de Nueva York estaba a la
espera de un nuevo proceso de cambio y renovación que le permitiera
mantener las altas demandas de operación que estos tiempos exigen.
Los barcos ya no surcan el océano transportando mercancías hacia
sus puertos, otros han tomado su lugar, pero una nueva forma de
intercambio emergía.
Esta ciudad es junto con un selecto
grupo de urbes es la encargada de organizar los flujos de datos que
circulan por el planeta entero. Enormes cables submarinos de fibra
óptica llegan a sus costas, enlazado la actividad financiera de los
dos lados del mar y más allá. Pero también sobre su superficie se
desata un ballet de actividades propias de una ciudad tan dinámica
como esta.
Pero que pasa cuando toda esta dinámica
se encierra en una serie de islas, cuando los enormes rascacielos
ocupan la tierra y el cielo, permitiendo la existencia de millones de
almas en un relativamente pequeño lugar. Lo que sucede es que se
genera un fenómeno de congestión de forma natura, y esto si no se
maneja de forma adecuada puede convertirse en una crisis que pondría
en riesgo el funcionar de este increíble lugar.
La ciudad de Nueva York siempre contó
con un potente sistema de transporte público. El metro de la ciudad
tiene una distancia de 337 km y 468 estaciones. Esta es la única
manera de que una ciudad con la densidad poblacional con que cuenta
funciona. Si uno de cada tres habitante de la isla de Manhattan –una
de las que componen el sistema-- de 60 km2 y 1 634 795 habitantes
contara con un auto, la ciudad entera sería un gigante
estacionamiento.
Así que la apuesta de Nueva York para
mantenerse a la vanguardia ha sido bajar a la personas de los autos y
ponerlas a pedalear y caminar.
Hoy esta gran urbe para estar de acorde
con el modelo social y económico que vivimos se mueve sin motor. La
ciudad de se ha sumergido en un intenso programa para mejor la
infraestructura peatonal y ciclista. Por donde se camine y volteé
las banquetas han crecido, y las bicicletas circulan por todos lados.
Un sistema de bici pública ocupa toda la ciudad y ofrece servicios
incluso a los turistas.
Plazas públicas se organizan con unos
cuantos litros de pintura algunas macetas, mesas y sillas aparecen
por aquí y por allá. La gente ha retomado la calle, que ahora es
segura y difícilmente se verá a tantas personas ocupando un espacio
público como en la gran manzana.
La ciudad de Nueva York se ha
reinventado de nuevo, lo hace no por qué tenga ganas de hacerlo, si
no por qué de ello depende su existencia. El dinero y los negocios
siguen fluyendo por sus venas pero también las personas y vida
urbana. Si una urbe de estas condiciones pudo transitar en esta
dirección no hay razón para que otras más modestas sigamos el
camino y hagamos una ciudad adecuada para la era que nos oca vivir.
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