Oaxaca Ciudad Patrimonio IV

La ciudad que viene
El Imparcial 17 de noviembre del 2013



Entrar al plano de lo que podría ser es siempre un riesgo, sobre todo cuando se habla en términos de la ciudad y sus infinitas variables. Sin embargo, a estas alturas del discurso vale la pena tomar este riesgo y tratar de hacer un análisis serio sobre lo que se nos viene por delante.

La parte de la urbe que se considera patrimonio de a humanidad en la ciudad de Oaxaca no es ni siquiera el 3% del total de la superficie urbanizada de la Zona Metropolitana. Sin embargo, se trata del eje sobre el cual pivota la estructura económica, social y finalmente urbana de la ciudad misma y buena parte de la conciencia colectiva de sus habitantes.

Esto no quiere decir que este pequeño sector del conglomerado urbano no sea susceptible a los cambios y efectos que enfrenta el resto de la metrópoli. Por el contrario, cada vez más podemos constatar como aquello que se produce fuera de los límites del centro histórico termina por ser altamente trascendental para su propia subsistencia y realidad cotidiana.

La dinámica de centralización de prestación de bienes y servicios ha dado como resultado que un gran numero de las calles del centro se haya convertido en el núcleo económico de una mancha urbana que concentra más de 600 mil almas. El reto es entender que de manera consiguiente esas personas y sus acciones cotidianas terminan por afectar y transformar el sentido del casco histórico de ida y vuelta.

Las ciudades de la actualidad enfrentan muchas crisis; abasto de agua y energía, manejo de desechos de todo tipo, epidemias –si, y muchas, como la diabetes que afecta a 7 de cada 100 personas en México--, la habilitación de un mercado de trabajo constante para una población en crecimiento, etc...

Todas estos frentes encuentran su lugar de expresión más común en la ciudad, el lugar donde habitan la mayor parte de la población, por mucho. Y se manifiestan como objetos y transformaciones del espacio urbano que de a poco van levantando el perfil de la urbe que a lo largo del siglo que entra iremos construyendo colectivamente.

Sin embargo, pese a todos los futuros posibles que las ciudades pueden enfrentar, siempre queda un poco de libre albedrío. La posibilidad de que la urbe o más bien las personas que la pueblan participen en la elección del rumbo que está tomará a lo largo del siglo que nos toca vivir, y que puede ser más que decisivo para el futuro de nuestras sociedades y el medio ambiente planetario. Aquí las ciudades tienen un papel central.

Si el camino sigue como ha sido trazado hasta ahora para las ciudades mexicanas y muy en particular para la nuestras, me atrevo a decir que nos es nada alentador lo que nos espera. El incremento en el consumo de recursos naturales, inmediatos y lejanos ha dado como resultado que ya actualmente nuestro país ha superado su huella ecológica cero, eso quiere decir que consumimos mas recursos de los que contamos.

De hecho para mantener el nivel de vida de nuestra sociedad actualmente necesitaríamos más de 2.5 planetas tan sólo para poder abastecer las necesidades la población actual. La mayor parte de esas demandas se harán a escala de lo urbano, donde habita la mayor parte de la población mundial, en México esa cifra se eleva al 80 % lo que deja ver lo urgente de tomar medidas al respecto.

El exagerado consumo de recursos sólo se entiende desde la lógica del capitalismo salvaje actual que depende precisamente de que la economía fluya desde los ejes del comprar y vender Del trabajo humano intercambiado por algún bien que depende de su extracción y transformación para llegar a nuestro hogar.

De mantenerse esta inercia, que ha llevado a que las urbes en el mundo se encuentren al borde de varios colapsos –entre ellos el de salud de su población-- el porvenir de las urbes como la nuestra está terriblemente comprometido. Como suponer que las urbes sobrevivirán a la falta de agua de calidad, al colapso de sus sistemas viales y a una creciente inconformidad de sus habitantes que las cercan en protestas continuamente por todo el mundo.


La ciudad que viene promete poco, y por el contrario amenaza en mucho, pero aún queda tiempo para intentar transformar ese futuro en algo mejor. La ciudad no se construye así misma es el reflejo del estado de ánimo colectivo de quienes las habitan, la pregunta qué debemos hacernos es si esas ciudades la única posible o si hay otra aún mejor bajo el manto de negligencia bajo el cuál la hemos cobijado hasta ahora.

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