No en mi patio

Cambio y trauma en la ciudad
El Imparcial 3 de septiembre del 2013

Bahias para pasos peatonales NY
Es común el que escuchemos comentarios sobre el hecho de que las crisis son realmente ventanas a nuevas oportunidades, a la llegada de mejores tiempos. Parte de esta verdad es que en tiempos de crisis abrimos la puerta a situaciones y prácticas que en el cotidiano es más complicado de justificar, e incluso muchas veces imaginar

En el aspecto urbano este echo más que elocuente cuando se trata de entender las grandes transformaciones que han impulsado a las urbes a romper tendencia e iniciar nuevas rutas hacia su mejor desarrollo. 

Es caso de muchas ciudades, algunas de ellas muy bien conocidas y otras no tanto, pero que a partir de la imperiosa necesidad de mantenerse en el juego, tanto local como global, empujaron su mirada más allá de la tradición. Ciudades tan importantes como, París, Sevilla, Nueva York, Portland, Rio de Janeiro e incluso la Ciudad de México, --entre otras muchas--, han iniciado un cambio de rumbo en varios sectores, que antes se creía imposible.

Sin embargo, ninguna de estas ciudades transitó el proceso de rompimiento y transformación de manera calmada. Por el contrario, su inicio tuvo que ver en la gran mayoría de los casos con puntos sin retornos, en los cuales resultaba más caro a largo plazo mantener las cosas como estaban que intentar algún proceso de cambio.

Ante el cambio generalmente existen polos de resistencia, incluso ante las situaciones más necesarias siempre habrá algún sector de la sociedad que verá innecesarios o contrarios a sus intereses el cambio por venir. Esta situación es totalmente comprensible, por desgracia la experiencia nos dice que los intereses de los que se oponen a los cambios no siempre están en correlación del bien común.

Existe un término que se aplica en estos casos, que se conoce como NIMBYismo. Esta expresión se desprende de la frase en inglés “Not In May Back Yard” –no en mi patio trasero--. Y como la expresión afirma es una negación tácita a todo lo que afecte mi particular entorno, sin preocuparse mucho por lo que pase al conjunto.

Continuamente quienes trabajamos en el campo urbano nos encontramos frente al echo de que los proyectos que se proponen para intentar mejorar la ciudad, son ampliamente reconocidos y hasta aplaudidos, hasta el punto donde se toque algún nervio. 

Una experiencia nuestra de hace pocos años en esta misma ciudad; cuando propusimos la recuperación de la red ferroviaria de la ciudad como sistema de movilidad en masa. En aquel tiempo un grupo de transportistas se sintieron sorprendidos y afectados por el proyecto. Luego de una presentación solo para ellos, los nervios se calmaron y sorprendentemente escuchamos incluso reconocimientos hacia el proyecto, que les parecía muy bueno mientras no tras toque sus intereses o quedarán fuera del cambio que significaba.

Lo cierto es que incluso este grupo de transportistas se mostró interesado en participar el proyecto una vez lo conoció, aunque esto no signifique para nada que el conflicto se hubiera resuelto con el visto bueno de todos de todos. Revertir la reacción al cambio es una de las problemáticas más difíciles con las que un urbanista o planificador urbano se puede encontrar. 

La pregunta es ¿cómo conseguir que quienes están a favor de que las cosas se mantengan iguales flexibilicen sus pociones para ir implementando cambios progresivos en el medio urbano? No hay que buscar demasiadas respuestas, se debe actuar a nivel de la calle misma para trasmitir la necesidad del cambio y consecuentes beneficios para la mayoría. Indudablemente siempre habrá posiciones en contra, pero al final debería prevalecer la búsqueda del bien común.

La ciudad no es el patio trasero de nadie, es el espacio común que compartimos todos los que poblamos una urbe y que día a día sumamos más y más. Por lo que el interés en lo público adquiere mayor fuerza y sentido a la hora de tomar decisiones y formular estrategias.

Entender el proceso cambiante de los lugares y la necesidad de que quienes habitan en la ciudades lo hagamos en un medioambiente saludable y acorde a los tiempos que vivimos es actualmente una urgencia. 

Por qué al sumar los indicadores conque contamos actualmente no nos queda mucho lugar donde hacernos; según el índice de competitividad del IMCO 2012 somos la capital 31 de 32 y la 60 de 77 ciudades analizadas, en ese medidor. La crisis ya está aquí, la pregunta es: ¿Podemos cambiar para enfrentarla?

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