Transporte y demanda
Hasta donde podemos llegar
El Imparcial 9 de abril del 2014
Sin duda alguna un elemento central en
la vida de la ciudad de Oaxaca tiene que ver con las opciones de
transporte público que en la urbe operan y el nivel de demanda y
servicio que de ellos esperamos.
Casi todos los habitantes de esta
ciudad hoy con proporciones metropolitanas, hemos hecho uso de manera
cotidiana o eventual de algún medio de transporte público. Nuestras
actividades suelen desarrollarse en toda la geografía de la ciudad,
trabajo, escuela, comercio ocio, las desarrollamos en prácticamente
cualquier sector en la urbe, en parte por el impulso de nuestra
dinámica cotidiana y en parte por falta de planeación en la ciudad
pero eso es otro tema.
La suma de esto son literalmente
cientos de miles de viajes diarios que se multiplican a medida que la
ciudad se hace más compleja y su población joven entra en un rango
de edad productivo.
Para resolver esta demanda se ha
construido de manera intuitiva y sin mucha planeación un sistema de
transporte compuesto por una diversidad de vehículos y modalidades
que abarcan prácticamente todo el espectro disponible, con excepción
de los sistemas masivos. La red de transporte público de la ciudad
la componen, lo mismo autobuses, que mototaxis, suburbans, que taxis
colectivos o locales.
En conjunto se ha construido una
estructura de la que dependen para su sustento miles de familias sin
que el sistema tenga algún sustento en particular que no sea la
iniciativa o intereses de alguna de las asociaciones sociales que
operan las concesiones.
El problema es que cuando un sistema
crece en la forma en que ha crecido este, casi todo el peso de su
operación cae al usuario. El exceso de recorridos, la falta de
pasaje, el bajo rendimiento de los vehículos usados, son solventados
desde el usuario, quién resulta cautivo de un sistema que no termina
de ofrecerle el servicio que merece, pero del cuál se esta haciendo
responsable casi en su totalidad.
En fechas recientes hemos dado cuenta
en medios de comunicación, declaraciones y hasta amenazas a
propósito de perdidas y bajos rendimientos de los concesionarios de
transporte debido a las crispaciones sociales y el aumento en el
costo de combustibles. Lo que puede ser cierto, hasta un cierto
punto.
Lo que se extraña es que en ninguna de
estas declaraciones llevara una sola frase de autocrítica. Ni una
mención al mal estado de las unidades, a la falta de capacitación
de los choferes, a la falta de respeto constante que muestran los
cobradores, a las carreras urbanas que continuamente comparte, a las
jornadas de trabajo que tiene que hacer los choferes y que supera o
duplica el máximo autorizado.
De nuevo todo el peso de la
problemática del sector pretende ser trasladado al usuario, mediante
la solicitud de un nuevo aumento de tarifa, que se solicita cuando
aún no se han cumplido los compromisos anteriormente adquiridos. De
momento no se han reorientado rutas, los camiones siguen siendo
alterados por su choferes y la seguridad en las unidades va en
picada.
En el caso de los taxis seguimos siendo
víctimas de la falta de un tarifario claro, de la mala atención de
choferes y de la inseguridad del servicio. Ante esto el usuario esta
desprotegido ante las poderosas asociaciones que apadrinan estos
servicios y que superan el poder del simple consumidor, que no se ve
en otro papel que el de acatar esta realidad.
¿Pero hasta dónde, que ha traído
como consecuencia esta realidad? El resultado es casi obvio, la
desestimación de los usuarios por el transporte público y un vuelco
hacia el transporte privado. Lo que se convierte en un circulo
vicioso que de a poco va golpeando la ciudad y su calidad de vida.
A medida que la población se motoriza
de manera individual, el número de unidades se multiplica
exponencialmente y con ellos los problemas que acarrean. Congestión
vehicular, contaminación del medio ambiente, e incremento del estrés
en las personas. La ciudad se orilla cada vez más hacia un estado de
emergencia que amenaza su propia estabilidad.
Urge reflexionar en colectivo sobre
esta situación, aceptar responsabilidades desde los distintos
sectores involucrados e iniciar un proceso de cambio y
transformación. En la situación actual que guarda la ciudad y sus
habitantes no debería prevalecer un sistema de intereses
minoritarios, si no el bien de la mayoría como antídoto a la falta
de un sistema eficiente y justo.
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