Transporte público en la ciudad II

Un territorio cambiante
El Imparcial 18 de diciembre del 2013



Uno de los problemas que enfrentan las ciudades de media escala en la actualidad, es sin dudas el trauma que significa dejar de verse así mismas como un pueblo grande, para entenderse como una ciudad.

Lo cierto es que casi cualquier ciudad capital de nuestro país no merece ser vista como un pueblo en ningún caso, por más que muchas veces una parte de su población se empeñe en mantener esta nostálgica visión. La vida de las urbes en los tiempos que corren han alejado esta mirada de la realidad al pasar a formar parte de manera voluntaria o inconsciente de un concierto que se desarrolla más allá de los límites que solían reconocer.

La marea humana que ha ocupado las ciudades mexicanas en los últimos tiempos ha arrojado números que ni siquiera hubiéramos imaginada hace medio siglo. Básicamente los principales polos urbanos se han expandido de una manera descontrolada. Como resultado por cada unidad de población que se incrementaba la mancha urbana lo hace seis veces.

Pero cómo ya mencionamos en otra entrega de esta columna la escala de la ciudad y su población no son ni por mucho el principal factor de cambio dentro de las ciudades del siglo XXI. Lo que realmente ha marcado el cambio entre una forma de entender la ciudad, es lo que pasa dentro de sus límites. Es decir la forma en que quienes habitan la urbe entienden y usan el espacio urbano.

El territorio urbano debe ser entendido a partir de esta perspectiva, desde la comprensión de que la su estructura esta sujeta a un proceso de transformación constante de ida y vuelta que induce he involucra a su propia transformación.

Así, desde que la fuerza motriz apareciera en el cotidiano de los grupos humanos el territorio ha sido transformado cada vez de forma más violenta y acelerada. A medida que las formas de movilidad se han hecho más eficientes las dimensiones de los espacios se hacen más compactos, y en sentido opuesto cuando estas son ineficientes el territorio se expande.

Es decir, que ha medida que se tiene un sistema de transporte en masa efectivo el tamaño operativo de nuestras urbes es igualmente más pequeño. Una ciudad muy grande puede ser considerada compacta si su densidad media esta equilibrada con su entorno inmediato y si cuenta con transporte público que permita ha sus habitantes movilizarse rápidamente por su territorio.

Por otro lado, una ciudad pequeña, puede ser increíblemente extensa en el sentido funcional, si para movernos de un lugar a otro es necesario gastar grandes cantidades de tiempo y recursos. Esto convierte a esta urbe en un lugar ineficiente y costoso que termina por rezagarse en comparación con ciudades más eficientes.

Esta breve y casi rudimentaria analogía nos debe servir para entender que mientras nuestro territorio urbano no se compacte mediante la puesta en marcha de un sistema de movilidad más adecuado a la estructura actual de la ciudad, nuestro nivel de competitividad sera de los últimos del país. Así lo revela el último estudio realizado por el Instituto mexicano para la competitividad –IMCO-- sobre ciudades mexicanas, donde somos la penúltima ciudad capital, solamente superando al Chilpancingo.

Según los datos con los que contamos hoy día, sabemos qué un viaje en transporte público de un lado a otro de la Zona Metropolitana, es decir cambiar del corredor de la carretera a Etla, al de la carretera a Mitla, toma cerca de 45 min. Esto es un tiempo exagerado si se toma encuentra que la distancia media de este recorrido se encuentra en el marco de los 7 o 8 km.

Este modelo significa que el sistema de movilidad actual esta jugando en contra de la estructura del territorio. Que no es capaz de ofrecerle respuestas a una sociedad que se ha vuelto muy compleja y dinámica y que refleja este dinamismo en su accionar cotidiano.


Los espacios urbanos contemporáneos son elementos muy cambiantes que pueden ser transformados o congelados en el tiempo a medida que acceden a mejores formas de ordenamiento. Tanto de su espacio físico como de las actividades que en el se desempeñan. Las ciudades como la nuestra deberían entender esta realidad y optar por modelos de movilidad igualmente más dinámicos y sostenibles, que encojan la ciudad y aproximen a sus habitantes.  

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